A pesar de que los Estados Unidos parecen haberse recuperado de los efectos desastrosos de la crisis de 2008 no todo está bien en la economía mundial. Las crisis de Turquía y Argentina, la enorme incertidumbre sobre las elecciones de Brasil, ahora más crítica después del atentado sufrido por el candidato de extrema derecha, el continuo flujo de refugiados, el auge de populismos de derecha en varios países de Europa Oriental y recientemente en Italia, la guerra comercial entre China y Estados Unidos, el caos en la Casa Blanca, la posibilidad de que Inglaterra y la Unión Europea no se pongan de acuerdo para un Brexit suave, y la persistencia de artículos en los periódicos de mayor calidad sobre las posibilidades de una crisis financiera son una fuente permanente de preocupación.
El último fin de semana aparecieron artículos en el Financial Times, el New York Times y el Washington Post examinando los riesgos de otra crisis bancaria con severas implicaciones para la economía mundial. Los bancos españoles están otra vez en peligro porque tienen una exposición significativa a riesgo en Turquía representada en préstamos a empresas de ese país. Otros bancos europeos pueden estar en la misma situación. Las empresas norteamericanas involucradas en la extracción de petróleo con la tecnología de cracking no tienen una situación financiera sólida, nadan en deuda y aún en sus mejores momentos no han logrado generar caja para atender sus obligaciones crediticias. En la mayoría de los casos, los resultados iniciales de producción se desvanecen rápidamente en años posteriores. Ahora están incursionando en Texas en una región donde los resultados parecen más sostenibles en el tiempo y esto ha dado lugar a mayor inversión y mayor crédito que a pesar de perspectivas más halagüeñas, no deja de ser de muy alto riesgo.
Es posible que todo esto no reúna las condiciones para inducir una nueva crisis financiera como la de 2015 – 2016 y mucho menos una recesión como la de 2008, pero sí crea incertidumbre y presión sobre las tasas de interés y, con un dólar fortalecido, preferencia por inversiones en esa moneda y en los Estados Unidos. Afortunadamente, el Banco de la Reserva Federal ha anunciado que no ve señales de sobrecalentamiento de la economía norteamericana, lo que indica que no tienen afán de elevar la tasa de interés, aunque posiblemente seguirá la tendencia alcista en forma moderada. Todo lo anterior desde una perspectiva colombiana puede resultar en mayor devaluación del peso frente al dólar y mayores tasas de interés externas, quizás con restricciones de crédito para las empresas privadas y el gobierno, si el contagio de lo que puede suceder en Argentina, Turquia y posiblemente Brasil no se desborda y no hay una pérdida general de confianza en las economías emergentes.
Una noticia posiblemente favorable es que la guerra comercial entre Estados Unidos y China ha creado una demanda creciente de importaciones de Vietnam y de Indonesia de los productos que los Estados Unidos importaban de China antes de la subida de aranceles. Esto y la reciente devaluación del peso pueden estar creando oportunidades para las exportaciones colombianas a Estados Unidos.