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Justos y pudorosos
El caso en el cual se involucró al dirigente peruano ha sido el más sonado por la extensión de sus tentáculos a muchos países de la región.
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Sábado, 20 de Abril de 2019

La muerte del expresidente peruano Alan García además de sorpresiva y dramática ha dado a todo tipo de análisis y conjeturas con relación a su culpa, su conducta, su responsabilidad; de la cual siempre y hasta último momento se declaró inocente. 

Ahora muerto no sabemos si las investigaciones continuarán y si los acusadores podrán aportar las pruebas que en forma definitiva lo incriminen o absuelvan. 

El caso en el cual se involucró al dirigente peruano ha sido el más sonado por la extensión de sus tentáculos a muchos países de la región, incluido el nuestro. 

Los sobornos y la compra de políticos por parte de la empresa brasileña han puesto en evidencia algo que se sabe y de lo cual solo se habla entre dientes, la corrupción de nuestros dirigentes. 

De tal forma que la posible participación en actos ilícitos relacionados con su cargo, ha cobrado una víctima que prefirió la muerte antes que ser presentado ante el jurado y juzgado. 

Los indicios y sus detractores lo señalan como culpable, sin que el veredicto final se haya dado. Si tomamos como una pieza de máxima importancia, su carta póstuma, podría concluirse que es inocente y prefirió el sacrificio antes de ser vencido por la justicia. 

Son muchos los casos de corrupción que cada día tenemos noticia entre nosotros, los hay de diversa índole. Las coimas y los carteles están en boca de todos, así como también la compra de testigos, votos, conciencias y todo cuanto se pueda pagar con pesos o dólares. 

Los procesos de juzgamiento algunas veces dan el resultado que todos queremos: el castigo los responsables, pero muchos otros escapan a esa suerte y sus autores pasan de agache y se quedan con el santo y la limosna. 

En cuanto a la percepción de corrupción como nos gustaría que Colombia se pareciera mucho más a Dinamarca, Nueva Zelanda y Finlandia, países que tienen el índice más bajo en este campo y que estuviéramos lejos de Venezuela y Ecuador que están calificados peor que nosotros en el ranking de América Latina. 

Aunque en la consulta anticorrupción realizada en agosto del año anterior la votación fue alta, sus cifras no alcanzaron para tener el efecto legal que se pretendía, sin embargo evidenció de forma contundente que hay un sector muy importante de la población que rechaza este tipo de actuaciones por parte de los dirigentes y les reclama un mejor y digno comportamiento. 

No hace falta que se suiciden, solo que dejen de actuar indebidamente y sean honestos en su gestión. Asunto que también salta a la palestra ahora que estamos ad portas de una nueva campaña política para elegir los dirigentes locales y regionales. 

Hombres y mujeres justos y pudorosos son los que debemos elegir y estamos en la obligación ineludible de escudriñar entre nexos y pasado de cada candidato para decantar y visibilizar a los que tienen mayor probabilidad de actuar de manera corrupta si acceden a los puestos de mando y poder, para negarles la oportunidad de ganar en estas elecciones.

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