Los pueblos se alimentan de mitos, historias, fantasías, y por ello la vida de algunas personas desde su nacimiento hasta su muerte termina convertida en leyenda. Esa fue la vida, y especialmente la muerte de Carlos Gardel ocurrida hace 81 años. Recientemente se publicó el libro “La caravana de Gardel” del escritor Fernando Cruz, que narra el viaje que se hizo a mula y a caballo, por entre las montañas inhóspitas de Antioquia, Caldas y el Valle, atravesando ríos y pueblos con el cadáver del “Zorzal Criollo” como se le conocía al ídolo del tango, para llevarlo de Medellín a Buenaventura y embarcarlo a la ciudad de Buenos Aires, Argentina, para su sepultura. Gardel estaba destinado a convertirse en una leyenda desde el mismo momento de su nacimiento, y hoy, 140 años después de su nacimiento no se sabe aún con certeza si nació en Argentina o Francia.
El 24 de junio de 1935, Gardel abordó un avión de la empresa Saco en Medellín con su comitiva, años en los que esta empresa de aviación mantenía una fuerte disputa comercial con la compañía de aviación de origen alemán Scadta. Documentos de la época señalan que por esa lucha de intereses y negocios entre las dos empresas fue la causa del accidente, pues el avión de Gardel invadió el carril de la otra aeronave y la tragedia fue inevitable. Y a partir de ahí, los restos del ídolo del tango fueron enterrados provisionalmente en el cementerio San Pedro mientras se hacían los trámites de repatriación del cadáver. Pero ahí ocurre uno de los primeros interrogantes de la caravana de Gardel: ¿Por qué no enviaron el ataúd con sus restos por vía aérea, sino que se decidió transportarse a mula hasta Buenaventura para ser llevado en barco?
La respuesta tiene una triste y abrumadora conclusión. La fuerza y la pasión que genera la política es capaz de arrollar cualquier idea altruista o artística si es del caso. Sucedía por esos años que el gobierno de Argentina estaba siendo cuestionado por graves actos de corrupción por venta de carne en exportaciones fraudulentas que se hacían con destino Londres. Sí, la historia sigue siendo la misma en todas partes. Los escándalos y las protestas en Argentina estaban llegando al extremo de desestabilizar al gobierno, y este último inescrupulosamente decide utilizar el cadáver de Carlos Gardel, y la mejor forma de distraer la opinión pública, fue la de armar una crónica precisamente con la travesía por pueblos y montañas de Colombia, en la que se narraba como las gentes de este país al momento el paso de la caravana del artista, algunos trataban de saquear el cortejo fúnebre tomando un pañuelo, un sombrero, el saco, sus corbatas, que terminaran convirtiéndose en un mito popular. Al paso del cortejo fúnebre en
algunos pueblos se hacían fiestas y en otros se lloraba la pérdida del “Zarzal Criollo”.
Esa es la narración de Fernando Cruz Kronfly en la que también se describen las angustias de Arturo Rendón, jefe de la caravana, quien durante el trayecto a Buenaventura encontró a dos prostitutas de quienes se enamoró, pero ellas lejos de una pasión con Arturo, ellas también querían quedarse con algún recurso de la gloria del tango.
Esta es una narración en la que se describe otro intento del hombre en búsqueda de su felicidad, poseyéndola en un objeto que personifica a un ser mitológico, y esa es en gran parte la narración que también fuera llevada al cine.
Una historia más de la indeclinable lucha del hombre para tratar de encontrar el sueño de la felicidad, paradójicamente, como sucedió en este caso al lado de la leyenda y con el cadáver de unos de los inmortales de la historia de la humanidad como lo fue Carlos Gardel.