Del martes pasado cuando toda Colombia estaba pendiente a primera hora de la mañana del partido contra Japón, no se sabe qué fue peor, si el juego en sí mismo que fue desastroso desde el minuto tres de haber iniciado, o las imágenes del comportamiento vulgar de algunos de los hinchas nuestros.
Qué vergüenza para el país. La sola imagen en la que se ve a algunos colombianos botando basura, tomando trago y de paso ufanándose de la argucia por engañar los controles de la policía y entrar licor al estadio, mientras los japoneses limpiaban y barrían el escenario, muestran que tan lejos estamos de esas culturas más avanzadas.
Definitivamente esa publicidad que suena con frecuencia, y que para colmo no la creemos, de que “Colombia es el mejor país del mundo”, pues no es cierto y menos con hinchas con esos comportamientos tan vulgares que es lamentable y triste verlos vestidos con la camiseta de la selección.
Para algo deben servir en este caso las redes sociales, como forma de control, y como quiera que está a la vista de todo el país esos patanes, están identificados, las autoridades de policía con el nuevo código deberían recoger esas imágenes, ubicar a los salvajes en el país, e iniciarles un procedimiento de sanción.
¿Qué tal ese hincha colombiano, induciendo a unas jóvenes japonesas a que dijeran que ellas “eran unas perras”? Hizo bien la empresa Avianca que ubicó a uno de esos salvajes como trabajador suyo, y lo despidió del trabajo.
Una cosa es la genialidad de la que en ocasiones nos enorgullecemos, como esa del colombiano que vendía camellos en África, y otra muy diferente de esa cultura del “vivo”, de sacar ventaja, de creer que porque logró infringir la ley es motivo de orgullo, pues esto último nos ha hecho mucho daño.
Aida Merlano, la joven senadora del Atlántico montó toda una estructura criminal para conseguir votos, y hoy está presa.
Llegamos a extremos en donde hasta los mismos jueces ponen en marcha esa cultura de “la viveza”, infringen la ley como los del cartel de la toga, y hoy también están presos.
El fiscal anticorrupción también en algún momento se pasó al otro lado, quiso enriquecerse siendo corrupto, y hoy está preso en Estados Unidos.
Hace algunos años, aquí en Cúcuta, en una administración municipal cuyo exmandatario también está hoy en líos con la justicia, recuerdo una reunión en la que una funcionaria se ufanaba, lo decía como si se tratara de una verdad revelada, un ejemplo a seguir, que en la alcaldía el que no hiciera plata estaba perdiendo el tiempo, “era muy bobo”.
De hecho, por mucho de eso, por estar en el lugar equivocado, fue que hace unos años asesinaron vilmente a un hombre honesto como Alfredo Flórez, porque él era decente, y su mayor error en la vida fue trabajar en un círculo donde había mucha indecencia, muchos de esos patanes que no creen sino que el dinero hay que conseguirlo como sea, y como Alfredo no se prestó para ello, lo mataron.
Esa cultura “del vivo”, del que hizo la trampa y ganó, cuenta lamentablemente aún con muchos adeptos. La gente que cree que las cosas son así, que el gran tema de la vida es hacer mucho dinero y rápido y por eso por ejemplo montan “el cartel de la hemofilia”, y como pasara con el exgobernador de Córdoba Lyons, que está probado que desde el primer día como mandatario empezó a delinquir, y se robó nueve mil millones de pesos, y después, algo peor, la Corte Suprema de Justicia lo condena a solo 5 años de cárcel. Grave, pues un delincuente como ese termina haciendo cuentas, y seguramente llega a la conclusión de que valió la pena robar. Nuevamente gana la cultura “del vivo”.