Según la religión, existen varios sitios donde van las almas, tras su paso por la tierra: el cielo, el purgatorio y el infierno. Pero hay un sitio que es como la nada: el limbo.
El cielo es la felicidad eterna, el infierno el sufrimiento eterno y el purgatorio es el camino de acceso al cielo para aquellas almas con deudas con lo espiritual. Pero el limbo no es claro que es, ni cuanto se dura allí; es el no saber.
Si parafraseamos con nuestro conflicto, la guerra total es el infierno, la paz total el cielo y el postconflicto el purgatorio. El limbo es lo que hemos tenido en Colombia desde la independencia, y es el peor lugar porque es una guerra crónica que no cambia nada.
La guerra total produce cambios, pues por su carácter destruye el orden existente y es corta en el tiempo.
La guerra en Corea del Sur fue total, dejando al país como una sociedad agrícola monocultivo (arroz), acabando con toda institucionalidad y duro cuatro años. Como toda guerra total obligó a rehacer el país superando las causas de la guerra. Hoy, tres generaciones después, Corea del Sur es un país industrializado, educado y pacifico, con unas fuerzas militares que vigilan que su hermana Corea del Norte no tenga ímpetus guerreros por parte de su autócrata, en un país que cayó en el limbo de una arcaico comunismo desde los años 50.
La actual guerra en Colombia (llamada conflicto interno según la visión de los años 70 o terrorismo según la doctrina Bush) inicio antes de la guerra de Corea y empezó en un país con ingreso medio bajo producto de una realidad política y económica excluyente, con un desarrollo moderado y un futuro incierto.
Hoy Colombia es lo mismo; claro que ha avanzado, pero mucho menos que los demás y por eso sigue en el limbo del subdesarrollo.
Y como la guerra Colombiana no ha sido total, se quiere que la paz tampoco lo sea.
Se quiere por parte del gobierno una paz que no cambie el sistema político ni afecte la economía; la guerrilla pide a cambio territorios “reservados” y una justicia transicional que “legalice” la actuación de las Farc. Porque la paz es con las farc, no con el Eln, ni el Epl de Megateo, ni las bacrim; no es paz total.
No vamos para el purgatorio del postconflicto, sino para el limbo de la paz parcial.
Para la guerra de Corea, Colombia envió el famoso batallón del mismo nombre que actuó a órdenes de Naciones Unidas. Éramos un país de ingreso medio-bajo enviando tropas a un país de ingreso bajo-bajo.
Setenta años después Colombia sigue siendo un país de ingreso medio y Corea del Sur es un país de ingreso alto. Corea del Sur pasó del infierno al cielo, mientras nosotros permanecemos en el limbo, sin saber por cuanto tiempo, ni cómo salir de él.
La paz total, como la guerra total implica profundizar la democracia liberal, colocando realmente al ciudadano en el centro del estado, con cambios profundos en lo político y en lo económico para que el estado sea árbitro y no jugador, para abandonar relaciones feudales y pasar a relaciones de equidad.
La paz parcial, como todos los acuerdos parciales, que busca entregar zonas alejadas del centro, como el Catatumbo y los Montes de María, es la raíz de nuevos conflictos para perpetuar una guerra crónica que no cambie nada.
En el limbo de la historia no hay almas sino fantasmas de los errores históricos y la soberbia del poder.