¿Algún politólogo, historiador, o cualquier ciudadano podría entender el paro armado de esta semana del Eln? ¿Cómo podría entender un colombiano ese bloqueo que se presentó en varias zonas del país, acompañado de explosivos y ataques a la población? Justo por estos días leo un libro que trae un riguroso análisis de la violencia en el país, “Colombia, las razones de la guerra” del historiador Jorge Orlando Melo, quien en sus primeras líneas aborda el tema de la justificación de la violencia en el país. Señala que desde la colonia, los españoles justificaron el derecho a imponer su autoridad sobre los indios y someterlos e igualmente se justificó el derecho a esclavizar a los negros, como sucediera en los años 1600 con aquel líder negro, Benkos Biojó, sobre quien el gobierno colonial no aceptaba que su población le dijera “Señor”, y por ello, en el primer acuerdo de paz traicionado en Colombia, en el año 1600, como lo dice la canción del Joe Arroyo, se acordó darle a los negros una población que se llamaría San Basilio de Palenque, a condición que no tuviera un trato especial el líder negro. Hubo acuerdo, se firmó, y después mataron a Benkos. El primer acuerdo de paz fracasado en Colombia.
Dice el historiador, que en algunos años se ha justificado la violencia para producir terror en las personas. ¿Ese es el objetivo del Eln? ¿Qué puede pensar los campesinos de Bucarasica cuando salieron el pasado miércoles a la vía y la encontraron dinamitada? Por ello es cierto cuando Melo llega a una conclusión certera, al analizar los últimos 70 años de violencia a partir de 1950, asegurando que después de ese período ha quedado en Colombia “un país mucho más derechista y menos reformista”. ¿Cómo pretende ganar legitimidad y aceptación una guerrilla con tal tipo de acciones? O si lo que se pretende es abrir un espacio de negociación con el gobierno, con lo que sucedió la semana pasada, en realidad lo están es cerrando. Es posible que logren engañar a la comunidad internacional, pero la realidad es otra. En lo que nos corresponde, el Norte de Santander tiene un reto inaplazable: ¿Cómo vamos a rescatar el Catatumbo? Estamos desbordados por lo que sucede en el Catatumbo, que con las cerca de 40 mil hectáreas de cultivos ilícitos, los 8 mil millones de pesos diarios que genera de ganancia, con los actos de insensatez de una guerrilla que carece de toda orientación política, con una frontera permeada por varios grupos ilegales, nos coloca en una situación de asedio y hasta temor por el solo hecho de desplazarnos en el departamento.
Y frente a esta realidad, estamos a pocos días de las elecciones, y ¿qué dicen los candidatos al congreso? Ahí viene algo más preocupante: muy poco, casi nada, solo se escuchan expresiones y frases vagas, ilusas, que entre varios de ellos muestran que en la mayoría de candidatos desconocen lo que en realidad pasa en la región. Leía por estos días una entrevista en El Espectador de uno de los candidatos que seguramente conoce mejor esa difícil realidad, César Jerez, quien con cifras señalaba que si bien el crecimiento en el 2021 fue del 10,2%, la realidad es que en el 54% de los hogares urbanos y 64,1% de los rurales, sus pobladores tienen problemas de alimentación. Existe un dato más preocupante del director de Fedesarrollo: con la pandemia la economía del país es más pequeña en un 4%, a pesar del crecimiento del año pasado, ha perdido 47 billones de pesos. Una cifra preocupante.
Volvamos a la insensatez del Eln. Con este breve panorama, la desconexión de este grupo insurgente con la población y la realidad del país es manifiesto. Resulta grave la descontextualización política de este grupo, y más aún, si creen que es el camino legítimo para intentar unos diálogos de paz. Deberían al menos conocer en algo el libro de Melo.