Lo peor que le podía suceder a la sufrida paz de Colombia, su mala hora, es lo que acaba de acontecer esta semana en la que la paz y la reforma tributaria se van a encontrar en el congreso, y ahí puede pasar de todo. Nadie sabe qué tanto pueda afectar la una a la otra. La reforma tributaria puede ser la estocada final al proceso de paz, o también podría suceder que las dos salgan muy debilitadas en su paso por el Congreso. Aclaremos los escenarios que podría tener el presidente: el primero de ellos, un tanto optimista, que haya acuerdo con las Farc y la oposición en la Habana, y ahí surge la gran pregunta: ¿cómo se refrendarían nuevamente esos cambios? ¿Convocando otro plebiscito o llevándolos al congreso? No me imagino este país en un nuevo plebiscito.
Seguramente la salida más razonable y lógica, si hay acuerdos entre Gobierno, Farc y oposición, es la que necesariamente deban llevarse esos acuerdos modificados al congreso, y ahí aparece un coctel muy peligroso, el de la paz y aumento de impuestos discutiéndose simultáneamente. ¿Qué tal escuchar por estos días a un congresista decir, por ejemplo, yo voto para que la guerrilla pague 5 años de cárcel, pero a condición de que no se graven las bebidas azucaradas? O, voto por el aumento del IVA del 19 %, siempre y cuando se acabe la justicia transicional. Todo esto puede suceder, o como lo decía algún amigo profesor universitario, no es gratuito que nuestro plato típico sea el sancocho, porque ya probamos el del plebiscito del 2 de octubre, ahora viene uno bien condimentado, la paz y la reforma tributaria al mismo tiempo. Lo que nos falataba, nuestra mala hora.
Y este es un camino posible, que supone que haya acuerdo porque ni para que pensar que al final no hayan acuerdos. Las Farc no quisieron reunirse con Uribe, ya termina el año, ya comienzan las precandidaturas presidenciales, empieza diciembre y los ciudadadanos estamos cansados con los dos temas. Lo mejor que ha sucedido después del 2 de octubre son las manfiestaciones de los jóvenes, ese despertar que hacía mucho tiempo no se vivía. Paso con frecuencia por la plaza de Bolívar y veo la gente que duerme, que le hace vigilia a la paz, la expresión artística de Doris Salcedo, todos los que creen aún en la paz.
Santos se ganó el Nobel de Paz y eso está bien porque ha sido persistente, pero en el enredo en que metió al país por cuenta del plebisicito que no era necesario, no tiene nombre. Un instrumento de democracia que nos quedó grande. Que recuerde en los últimos años, el último gran lío institucional fue el del proceso 8.000 que nos dejó secuelas, cicatrices, muchas de las cuales no nos hemos recuperado. Es decir, a la mala hora del país y la paz, como si no fuera suficiente, se suma el aumento de los impuestos que se avecina. Peor imposible.