En entrevista con Vicky Dávila, un Petro descompuesto sostenía que “la paz no se construye con hampones porque entonces el gobierno es un hampón”. En campaña, sin embargo, Petro perdió el pudor. Se reunieron con condenados por corrupción, parapolítica y narcotráfico, sin duda hampones, maleantes organizados en bandas. El mismo Petro ofreció “perdón social” para los delincuentes y “beneficios jurídicos” para los narcos.
Esos fueron los orígenes de la “paz total” que ahora promueve. Negociaciones paralelas con el Eln y con todos los otros grupos ilegales. Algunas observaciones.
El Eln está hoy inequívocamente vinculado al narcotráfico. Acordar un cese al fuego bilateral permitiría que la guerrilla siga delinquiendo mientras que militares y policías no los combate. Y eliminar el principio de que nada está acordado hasta que todo esté acordado solo favorece al Eln, que podrá obtener concesiones gubernamentales sin necesidad de desmovilizarse y desarmarse.
Por otro lado, darle cualquier beneficio a los disidentes y reincidentes de las Farc es abiertamente contrario a la ley y a lo pactado en la Habana, supone premiar a quienes traicionaron el acuerdo y envía el pésimo mensaje de que nada ocurre a aquellos que violan sus propios compromisos y siguen delinquiendo.
Para los otros grupos delincuenciales no cabe amnistía o indulto, solo aplicables a delitos “políticos” y conexos. Solo puede haber sometimiento. Por supuesto, una jurisdicción especial no tendría ningún soporte constitucional.
Con todo, los problemas más graves de la propuesta de “paz total” provienen de los errores sobre los cuales se basa. Por un lado, no es cierto que la pobreza o la desigualdad expliquen ni la violencia ni la fortaleza del narcotráfico en nuestro país. Hay otros países, muchos otros, con más pobreza y más desigualdad en América Latina y en el mundo, y ninguno de ellos tiene nuestros problemas.
Y otros países que sufrieron la violencia política pudieron superarla. En cambio nosotros no, a pesar de las reiteradas negociaciones y generosísimas concesiones a los violentos.
El factor fundamental que explica la pervivencia de la violencia en Colombia es la simbiosis entre narcotráfico y grupos armados. Acá los violentos de todos los pelambres encontraron en el narcotráfico su fuente de financiación. El narcotráfico, a su vez, ha podido expandirse de la mano de los grupos violentos.
Es eso lo que explica no solo que los frentes de las Farc más directamente vinculados al narcotráfico nunca entraran al diálogo sino que los jefes de negociación de esa guerrilla, Márquez y Santrich, se devolvieran al monte. Es eso lo que explica, repito, el fortalecimiento relativamente del Eln. Y que a pesar de se han desmantelado las principales estructuras de narcos puros o se neutralicen una y otra vez los principales cabecillas, como recientemente Otoniel, los grupos de narcotraficantes se recompongan.
Para rematar, aunque por razones ideológicas y políticas no se quiera reconocer, lo que se pactó con las Farc en materia de narcotráfico estuvo mal concebido y echó para atrás los éxitos conseguidos hasta el 2013. Desde entonces tenemos tres veces más cultivos de coca y cuatro y media veces más producción de cocaína. Como resultado, la tasa de homicidios del año pasado fue casi dos puntos mayor que en el 2015, el año anterior del acuerdo definitivo con las Farc.
Si no se entiende que es esa simbiosis de narco y grupos armados lo que explica la persistencia de la violencia, ninguna negociación será verdaderamente exitosa. Permitirá, eso sí, la jubilación tranquila de unos hampones, y también el reciclaje, nuevas generaciones de bandidos, de violentos. La “paz total” de Petro será otro fracaso.