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La pesadilla del Gran hermano
La libertad amenazada es una amenaza mortal.
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Sábado, 10 de Octubre de 2020

Como nunca en la historia humana la libertad ha estado más amenazada, ha aparecido más frágil, tal vez el más viejo y persistente sueño/objetivo de la humanidad, pero también el más evasivo y frágil de todos. 

La libertad amenazada es una amenaza mortal para las personas, resultado de la inteligencia humana, impulsada por su inagotable curiosidad que fue creando, en un proceso continuado y acumulativo, un cuerpo de conocimientos materializados en desarrollos exponenciales de la tecnología, motor de las sucesivas revoluciones industriales que en los últimos dos siglos han marcado el devenir de la humanidad, que arrasa a la naturaleza en su avance, encerrándolo en un “presente totalitario” prescindiendo y anulando cualquier consideración de futuro, por lo que viene, por los que vendrán.

Durante siglo y medio, se dieron revoluciones tecnológicas para producir bienes, cosas, o para desarrollar nuevos y mejores servicios. Se dio luego un avance definitivo al conectar virtualmente a las personas, con las telecomunicaciones que se iniciaron con el telégrafo y en los últimos veinticinco años con la revolución en la informática, y la construcción de un sistema de redes virtuales cuyo propósito inicial (e inocente) era acabar de borrar las barreras espacio-temporales que desde siempre habían enmarcado la vida y las interacciones humanas; habíamos llegado a la aldea global anunciada hace más de medio siglo, la inmediatez empezó a ser la norma de las interacciones al desaparecer el periodo de tiempo que transcurría antes entre el hecho, su conocimiento y la consiguiente reacción; la vida empezó a transcurrir “en tiempo real”. 

Esta revolución tecnológica le abrió un nuevo capítulo al capital, conformado ya no solo por los bienes o instrumentos que le permitían al trabajo humano ganar en productividad. El nuevo capital es la información, que facilita los procesos de producción y distribución de riqueza material, gracias al uso del Big Data que la captura masivamente y a los algoritmos que la sistematizan para su aprovechamiento comercial, al crear demandas según los perfiles construidos de los posibles consumidores. De esta forma, la libertad de escogencia de las personas está condicionada a determinados fines, haciéndoles creer que sus decisiones son completamente libres y personales. 

Los mismos procedimientos se emplean para condicionar las posiciones y aun decisiones políticas de estos mismos ciudadanos, con lo cual su libertad de elegir, fundamento del sistema democrático occidental, es negada en la medida en que su comportamiento político es inducido por un agente externo, como se vio con la manipulación de Facebook en las elecciones que le dieron el triunfo a Donald Trump. 

Por una lado es la destrucción final del mercado en tanto expresión de decisiones individuales y libres de los consumidores, y por el otro la del sistema democrático, espejo en la política, viéndose igualmente intervenida por agentes ajenos a los ciudadanos. Todo esto recuerda al “Gran hermano” de la novela de George Orwell escrita hace más de un siglo en la que advierte la presencia de un poder invisible y omnipresente capaz de condicionar las decisiones de las personas que conlleva cercenar la libertad individual de una manera devastadora, tal como lo estamos viviendo. 

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