Bogotá es una de las capitales latinoamericanas más rezagadas en su desarrollo. Para empezar, no tiene un servicio público de transporte acorde con el número de habitantes y la extensión urbana, y es una de las pocas grandes ciudades que no cuenta con un sistema de Metro, de suerte que por esta y otras razones la movilidad vehicular es una de las más caóticas del mundo.
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El avance vertiginoso de la tecnología permite la implantación de nuevos elementos para la organización del transporte urbano que ya son de común uso. Es el caso de la semaforización, y resulta incomprensible que en Bogotá no se hayan instalado semáforos inteligentes que racionalizan el tiempo de espera en las vías según el flujo de automotores en cada sentido.
Con todo, uno de los grandes problemas de la ciudad es la falta de grandes vías. Aunque parezca increíble, en Bogotá no se construyen avenidas de gran tamaño desde 1968 cuando el Alcalde de entonces, el doctor Virgilio Barco Vargas, planeó y construyó la avenida 68 conectada con la calle 100 creando una ruta perimetral occidental de grandes especificaciones.
Otros defectos ostensibles en la planeación vial son la construcción de puentes sin orejas y los mal diseñados accesos y salidas de las avenidas que producen permanentes trancones en sitios neurálgicos de la ciudad. Un experto extranjero en planificación vial conceptuó que una de las posibles soluciones parciales de Bogotá es la construcción de glorietas sin semáforos en las intersecciones más críticas.
También es extrema la inseguridad que afecta a los bogotanos. Los reportes diarios de robos, atracos, secuestros y homicidios son aterradores, y esto, también, genera un ambiente de intranquilidad general y, específicamente, en el transporte público que parece no tener remedio.
El estado actual que estamos describiendo no es producto de una u otra administración distrital sino de un período de décadas en que la ciudad parece avanzar sin rumbo. No se logra entender por qué cada alcalde desarrolla unas ideas que generalmente son contrarias a las de quienes han gobernado antes, y producen consecuencias tan funestas como la estar hablando de la construcción del metro desde hace más de cincuenta años sin éxito.
Es preciso comprender que no se puede solucionar el transporte urbano son un solo sistema masivo. Solamente el metro, sin elementos complementarios, no puede resolver el problema. Por eso, cuando se puso en funcionamiento Transmilenio, que es el mayor avance que se ha hecho en Bogotá, era evidente que se necesitaba ampliarlo permanentemente y complementarlo con una red de buses alimentadores que se sirvieran a los núcleos urbanos lejanos de la red principal. Lo malo es que los alcaldes que gobernaron después de su puesta en marcha se propusieron frenarlo para que su iniciador, Enrique Peñalosa, no quedara como el héroe de la ciudad.
Para no seguir enumerando las falencias de una ciudad que ha acogido a millones de colombianos con generosidad, sólo quiero expresar el asombro que ha causado escuchar al Presidente Petro en el sentido de ordenar nuevos estudios para un metro subterráneo, cuando ya está en marcha el contrato para construirlo según las especificaciones aprobadas en un proceso complejo y serio. ¡Pobre Bogotá!
ramiresperez2000@yahoo.com.mx
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