La estrategia política para revocar el mandato del alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, es la muestra fehaciente del viejo adagio popular que reza que “el que fue no deja de serlo”, o, para traer a colación un dicho bien costeño, podría decirse que “puerca huevera no pierde el vicio”.
Detrás de la supuesta maniobra democrática que pretende defenestrar a Peñalosa, está la “belleza” de Gustavo Petro. Sí; el mismo que casi acaba con la capital de Colombia. El señor exalcalde, fiel a sus “convicciones”, acude a todas las formas de lucha para lograr sus cometidos, al igual que cuando estaba en el monte, sin importar lo que a su paso deba destruir.
Los comités petristas que se dedicaron a promover la revocatoria del alcalde Peñalosa lograron varios objetivos, con su torvo plan a saber: por una parte, adelantaron de manera anticipada e ilegal la campaña presidencial del señor Petro, que lleva casi un año en el proceso de recolectar firmas, agitando las bases y organizando una contienda, que, por cuenta de los términos de ley, era imposible iniciar de otro modo. Por otro lado, aprovecharon Petro y su recua, a la usanza de la guerra de guerrillas, la coyuntura para desestabilizar no solo al gobierno de turno, sino a toda una ciudad, que hasta ahora empieza a salir de la cloaca profunda en la que la refundieron doce años de nefastos e incompetentes gobiernos de izquierda.
Enrique Peñalosa llegó al poder hace casi dos años a gobernar una ciudad en crisis, debido a la hegemonía zurda durante tres periodos consecutivos. La saga maligna fue iniciada por Lucho Garzón, un gobernante liviano y fatuo, que se dedicó a aceitar las maquinarias y a beberse hasta el agua de los floreros en cuanto antro de mala muerte había en Bogotá. Después vino el saqueador de Samuel Moreno Rojas, que, apoyado políticamente, entre otros, por el hoy “adalid de la moral” y también candidato presidencial Jorge Robledo, se robó hasta el oxígeno en el distrito. La cereza del pastel o el broche de oro de esta ecuación nefasta es Gustavo Petro, que ideó un caos calculado para polarizar a la sociedad, dividiendo con ello las bases y creando así sus propios comandos, al estilo de su inefable amigo Hugo Chávez.
Esa fue la Bogotá que heredó Peñalosa y es justo reconocerlo. Por ello, resulta ilógico exigir que el burgomaestre obre milagros para resolver los problemas de un tirón. En todo caso, para eso elegimos a Peñalosa: para que pusiera en orden la casa, después de doce años de saqueo y desgobierno, para que atajara la anarquía y el bandidaje que instauró la izquierda. Sin embargo, el causante de la debacle, Gustavo Petro, se aferra a su estrategia del caos, sin importarle la ciudad, con los objetivos de catapultar sus aspiraciones presidenciales y torpedear el normal desarrollo del gobierno de su sucesor. La obstinación de Peñalosa y su problema comunicacional no ayudan a que los eventos tengan otro desenlace distinto del esperado por Petro.
Las encuestas de intención de voto presidencial mantienen a Petro punteando y ganando lejos en Bogotá. Por su parte, la imagen de Peñalosa no puede ser peor, y el engaño de la revocatoria está permeando al electorado, que, paradójicamente, revocaría al alcalde que se eligió para poner las cosas en su sitio, después de la incursión bellaca de tres gobiernos izquierdistas.
No hay que caer en la trampa de Petro. Para eso es necesario discernir correctamente. De lo contrario, la extrema izquierda arrasará con todo, como lo hacen las langostas cuando atacan un cultivo.
La ñapa I: Santos y su lógica del absurdo: la política del régimen frente a los cultivos ilícitos es la adecuada, porque logró que los mismos se incrementaran en un 150% y todos los meses haya paros promovidos por los “campesinos cocaleros”. Sin embargo, la estrategia de Uribe frente a ese flagelo no era la adecuada, porque había mucha menos coca y los cultivadores no se creían empresarios legales. ¡Qué desubique el de Santos y su combo!
La ñapa II: Valerosa y patriótica la decisión del presidente de la Cámara de Representantes, Rodrigo Lara, al prohibir la entrada de los desmovilizados de las Farc al hemiciclo de esa célula legislativa. ¡Ya está bueno de tanto abuso por parte de esos individuos!