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La tristeza del Libertador
Las varias imágenes humillantes que hemos visto por estos días, nos recuerdan los momentos más ignominiosos de la historia humana.
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Domingo, 30 de Agosto de 2015

Hacia mayo de 1.830, cuando el Libertador ya se encontraba enfermo y salía de Santafé de Bogotá camino a Honda para encontrarse con la muerte, presto a tomar la embarcación por el río Magdalena que lo llevaría a Santa Marta, la gente lo insultaba con fuerte improperios; con el sentimiento de derrota que lo rondaba, un poco más delante de Mompox se entera que en el Congreso de la Gran Colombia ninguno de los diputados votó por él para que regresara a la presidencia.

No lo podía creer. Antes Venezuela, con el acta de Valencia, también había aprobado desconocer su autoridad. Estaba desconcertado. La embarcación sale de Mompox y Bolívar ve con tristeza que dos perros se pelean. Uno de ellos queda muy malherido y el Libertador le dice a José Palacio que lo suba al barco, ante lo cual su inseparable servidor le pregunta por el nombre que debería llevar.

Bolívar pensativo - así está escrito en el General en su laberinto -, le dice que debía llamarse Bolívar, pues el pobre animal, sólo y malherido, corría la misma suerte del libertador. Por ello, más adelante le expresa a sus pocos amigos que aún le acompañaban: “Mis conciudadanos, que no pudieron matarme a puñaladas, tratan ahora de asesinarme con sus ingratitudes y calumnias. Cuando yo deje de existir, esos demagogos se devorarán entre sí, como lo hacen los lobos, y el edificio que construí con esfuerzos sobrehumanos se desmoronará en el fango de la revoluciones”.  Justo lo que está haciendo ahora el presidente Maduro.

Dentro de las varias imágenes humillantes que hemos visto por estos días, una de ellas, la del puente internacional cerrado con un alambre de púas, recuerda los momentos más ignominiosos de la historia humana.

Esa imagen nos transporta a lo peor: a los campos nazis de la segunda guerra, a los refugiados de Siria, del áfrica, a la de Méjico con Estados Unidos y a las peores humillaciones del ser humano.

Que en pleno siglo XXI nuestra frontera padezca lo que estamos viendo hoy, separados por un alambre de púas, nos coloca a los dos países en un atraso vergonzoso, casi primitivo. Sólo basta atravesar hoy alguna frontera de la unión europea en la que en un recorrido terrestre ni siquiera se percibe el límite fronterizo, en las que no hay retenes, menos policías o militares, para evidenciar nuestro atraso.

Lo que ha hecho Maduro no tiene nombre, al fin y al cabo un demagogo como 185 años antes lo anticipó el propio Libertador. Pero no es sólo su culpa.

Esta lacerante realidad para Cúcuta y la región también desnuda de parte nuestra, de nuestro gobierno central, una falta de políticas para la frontera.

Esta también es una incuestionable realidad.

Por ejemplo, el tema de la gasolina. Entiendo que mientras Pasto tiene un cupo asignado de 12 millones de galones al mes para cubrir sus necesidades, y Valledupar 10, a  Cúcuta el ministerio correspondiente tan solo le asigna 3 millones a pesar de que nuestra necesidad igualmente se acerca a los 12 millones de galones. ¿Que muestran estas cifras?

Que desde Bogotá se da por sentado que los 9 restantes los conseguimos de contrabando. Y eso ha sucedido hace muchos años.

No olvidemos que aquí hemos tratado incluso de crear cooperativas de pimpineros, de piratas de transporte, de vendedores ambulantes, de tratar de formalizar todo lo que es informal, al punto que hoy en la ciudad quienes están en desventaja son los formales, los que pagan impuestos, los que tratan de crear puestos de trabajo. Esa ha sido nuestra forma de ser por muchos años. Mientras aquí estamos mirando cómo se crea una cooperativa para los pimpineros, en Bucaramanga la gente se reúne para crear una empresa. Esas son las diferencias.               

Por ello, con este episodio que aún no sabemos hasta donde pueda llegar, soy de los que creo que Maduro con el estado de excepción puede llegar a suspender las elecciones en su país del 6 de diciembre, y así evitar su derrota electoral; pero mientras ello sucede, para nuestra clase dirigente, esto que está sucediendo es también un campanazo ya tardío de nuestra falta de liderazgo y capacidad absoluta para asumir los retos de la frontera. Es decir, que si hoy el Libertador tiene melancolía por la demagogia de Maduro, también está triste por nuestra propia incapacidad.

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