... es la reforma del estado, alejándonos del "cambio" narcoizquierdista. Con la caída de la nueva reforma política, hundida a buena hora pues profundizaba vicios que degradaban más el estado colombiano como la legalización del transfuguismo y crear la puerta de vaivén entre el ejecutivo y el legislativo, se abre el tema de qué tipo dereforma política es necesaria.
A cada visión de estado corresponde un modelo de poderes. Dejando aparte las autocracias, los estados confesionales, los estados mafiosos o los estados fallidos, en general, en regímenes presidencialistas el equilibrio entre los poderes ejecutivo y legislativo tienediferentes grados de control del segundo sobre el primero. En Colombia hay más partidos que parlamentarismo: casi cada político tiene su partido en una hemorragia partidista desprovistos de un concepto de estado y sociedad y, por ende, sin programa de gobierno estructurado. Basta ver los dos partidos históricos para entender lo que expreso: hoy los conservadores son partido de gobierno de un gobierno de extrema izquierda.
El modelo de presidencia imperial busca la captura del estado a través de una economía colectivista, omnipresencia estatal en la sociedad, creciente centralización y castración del poder de generar orden de los agentes armados legales. Este ha llevado a que desde la Constitución del 91, el gasto público como porcentaje del PIB haya pasado del 17% al 35% (20% se considera un estado “gastón”) y crecerá aún más en el actual gobierno.
El desarrollo económico en una sana economía de mercado, en un país geográfica y culturalmente regional, que acogelos principios de la democracia liberal de libertad y orden bajo el imperio de la ley, se desempeña mejor, como lo muestra la historia, en un regimen parlamentario y un estado federativo. Es el contrapeso a la presidencia imperial.
En los regímenes parlamentario y en el semipresidencialista las figuras de jefe de estado y jefe de gobierno son bicéfalas y no descansanambas en cabeza de un ejecutivo imperial, como hoy en Colombia. Eso llevó a decir a Julio Cesar Turbay que prefería diez centímetros de ejecutivo que un kilómetro de legislativo. El presidente, jefe del estado, es electo por un período fijo, con atribuciones específicas y constitucionalmente establecidas en particular en el manejo de asuntos centrales al estado como las fuerzas militares o la planificación de largo plazo mediante el manejo de lo que aquí llamaríamos departamentos administrativos. El jefe del gobierno es el verdadero poder, pero éste surge del parlamento, donde deben estar claramente establecidas las bancadas de gobierno y oposición. Oposición real, no del tipo Rodolfo Hernández o de los partidos liberal y conservador; no tiene períodos estrictamente fijos sino que los cambios se suceden en las elecciones parlamentarias regulares o cuando hay una crisis de gobernabilidad. La cabeza del partido o coalición de gobierno es el primer ministro y la cabeza de la oposición lo sucede cuando el gobierno pierde mayorías parlamentarias.
Es una lucha de modelos y partidos lo que se da en el régimen semipresidencialista y no de “alianzas” contra natura (principios) para cooptar las rentas estatales como se busca en el presidencialismo imperial. En el semipresidencialismo, como la fuerza es la propuesta de gobierno de un partido, no es necesario que cada miembro del partido sea elegido como una rueda loca entre el gobierno y la oposición, según sus “intereses”. Se vota por partidos (programas de gobierno serios), no por “personajes” de toda calaña.
El parlamentarismo adquiere más importancia en un modelo descentralizado donde las regiones, a veces con intereses contrapropuestos, toman asiento en el parlamento y buscan limitar la injerencia del estado nacional en los asuntos locales. Los grados de descentralización van de débiles, regiones semiautónomas en algunos asuntos, a plenamente federal donde cada región tiene hasta sus propias leyes y fuerzas de policía. El papel del jefe del estado busca conservar la unidad nacional sin castrar las regiones.
Parecería un buen modelo para Colombia. Soñando otra vez.
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