La pretendida reforma tributaria elaborada por el ministro de hacienda, no ha sido bien recibida y se convirtió en la motivación principal de las marchas de protesta que organizan los sindicatos, asociaciones gremiales y otros que se sienten lesionados con la imposición de nuevos tributos que recaudaría fondos para el funcionamiento estatal.
Pero en esta como en otras ocasiones, las protestas han terminado en actos violentos que atentaron contra instalaciones bancarias, estaciones de transporte masivo, destrucción de buses y quemas en la vía pública. Lo mismo de siempre, un grupo de encapuchados aprovecha la situación y se dedica a hacer saqueos y fomentar el caos. La necesaria reacción de la policía para intentar devolver el orden en las calles desemboca en enfrentamientos que dejan heridos y muertos. Se informa que hay más de 200 capturados a quienes se les imputan delitos como daño en bien ajeno, hurto, violencia contra servidor público, porte de armas, asonada y violación a medida sanitaria que tiene que ver con el incumplimiento de las disposiciones que buscan contener el avance de la pandemia.
En Cúcuta estas manifestaciones populares han sido pacíficas y tuvieron un ingrediente adicional, la participación de las barras del Cúcuta deportivo solicitando a la Dimayor que le sea devuelto a la ciudad su equipo de futbol. Sin embargo, se observó que ocurrieron aglomeraciones y se ha roto reiteradamente la medida de aislamiento social que tanto se ha insistido en medio de la pandemia y justo ahora cuando están aumentando los casos y está declarada la alerta roja hospitalaria en el departamento.
Si el motivo primordial para la protesta callejera es la nueva reforma tributaria, desde el gobierno nacional debe darse un paso al frente y retirar el articulado que se discute en las comisiones económicas de senado y cámara de representantes. Podría hacerse un borrón y cuenta nueva, discutir con la oposición y los gremios que se sienten lesionados con las medidas que serían adoptadas si se llegara a aprobar como está concebida. No se trata de rendirse y ceder a la presión que impone la protesta callejera, es una forma elegante de salirle al paso a esta crisis que tiende a empeorar.
La contraparte debería también adoptar una posición conciliadora y aceptar que si el gobierno del presidente Duque recula en sus pretensiones, debería suspender las acciones de calle y sentarse con el ejecutivo para concebir un dialogo constructivo. La reforma se acepta que es necesaria, por parte de la mayoría de quienes tienen una opinión sobre el asunto. Habría que discutir la forma de hacerla sin que lesione a la clase trabajadora y a quienes ahora tributan cumplidamente de acuerdo con las disposiciones vigentes.
Hallados los caminos de encuentro debería no solo trabajarse en la elaboración de una reforma sino también en buscar por todos los medios legales posibles como combatir la corrupción que tiene su mayor expresión en la apropiación de los dineros públicos, asunto en el cual continuamos muy lejos de alcanzar la meta de honestidad que deberían tener todos los responsables de manejar estos recursos económicos.
La protesta es válida, los actos de vandalismo son repudiables y conducen a que empeoremos en lo social. Se requieren por tanto actos de responsabilidad y grandeza para salir adelante, sin dejar de tener en cuenta que la pandemia todavía convive con todos nosotros.
jorgepabonl@yahoo.com