A medida que avanza el año y también la inflación (el mes de febrero cerró con una inflación anual acumulada de 7,59 %), se vuelve más importante aún leer con sumo cuidado las minutas que se publican de las reuniones periódicas de la Junta Directiva del Banco de la República. Para entender hacia dónde van los directores del Banco, con ese lenguaje sibilino propio de todo banco central.
Las tres conclusiones gruesas que se sacan después de leer las últimas minutas publicadas (las correspondientes a la reunión del 19 de febrero, penúltima de las celebradas este año), son las siguientes:
Primera, la Junta está muy preocupada –como es apenas natural que lo esté— por el curso que trae la inflación. Ya parece resignada a que en 2016 no se alcanzará la meta del 3 %. Aunque lo que más se ha incrementado son los precios de los alimentos, los otros componentes de la inflación también traen mucha fuerza y se han visto atizados últimamente por la evolución de la tasa de cambio.
Segundo, la directiva del Banco no solo está inquieta por la evolución de los precios. También lo está, y aparentemente en mayor grado, por el gigantesco déficit en la cuenta corriente que refleja el comercio exterior colombiano. Considera apremiante moderar el crecimiento de la demanda interna del país para controlar el déficit de las cuentas externas.
Y tercero, si las cosas no mejoran (en inflación y en déficit de cuenta corriente) un grupo de directores no excluye utilizar instrumentos de intervención de mayor calibre, como serían los ajustes periódicos de la tasa de interés, ya no en los niveles de 25 puntos básicos, sino de 50 puntos básicos.
El Banco de la República está muy nervioso, y con toda razón. Hay que ponerles entonces mucho cuidado a sus minutas, para captar hacia dónde puede ir la política monetaria en los meses que vienen.
Por ejemplo, en las minutas del 19 de febrero puede leerse lo siguiente, que aunque es la posición de un grupo de directores –no de todos— no es menos elocuente: “Un incremento de 50 puntos básicos en la tasa de interés de intervención conlleva por ahora bajar riesgos de un ajuste excesivo en el crecimiento del gasto y en el producto.
Por último creen que, de continuar el dinamismo observado de la demanda interna, la sostenibilidad del crecimiento podría verse comprometida debido al alto nivel del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos y a la débil respuesta de las exportaciones a la devaluación real del peso.
De ahí la importancia del ajuste del gasto público anunciado por el gobierno nacional, de la pronta presentación y aprobación de una reforma tributaria estructural y de una reacción más rápida de la autoridad monetaria al comportamiento de la inflación y de las expectativas inflacionarias”.
En cada letra de estas minutas se respira nerviosismo. Si las cosas no mejoran, no debemos descartar que los aumentos venideros de la tasa de intervención (que ya está en 6,5 %) no sean de un cuarto sino de medio punto porcentual. Y si el Gobierno no presenta y hace aprobar pronto una reforma tributaria estructural, no podemos descartar que el Banco de la República saque de su arsenal otras armas de calibre más pesado que las que ha venido utilizando.
Con las dificultades ya reconocidas que subsisten en el proceso de paz, no es de descartar que la reforma tributaria se demore más de lo que reclama el Banco de la República. Y que no esté aprobada pronto. En cuyo caso su nerviosismo no hará otra cosa que aumentar.