En todos los rincones del mundo hay alarmas por la rápida expansión del COVID-19 y el gran número de muertes que ha dejado a su paso.
El personal de salud y los buenos líderes políticos están enfocados en generar las condiciones de mayor control posible ante la pandemia, y atender con celeridad y buenas prácticas los casos de personas contagiadas para procurar su recuperación.
La ciudadanía, por su parte, adopta medidas de autocuidado en sus lugares de aislamiento preventivo, y se desborda en creatividad en eventos de entretenimiento vía streaming, homenajes a médicos y enfermeras desde sus ventanas, y retos en redes sociales para luchar contra el aburrimiento.
Cada uno, desde sus posibilidades, está haciendo lo que le corresponde.
Los empresarios y gremios han generado iniciativas valiosísimas de colaboración y solidaridad con las familias más necesitadas, las organizaciones no gubernamentales y cooperantes vuelcan todos sus recursos para atender la emergencia, y los periodistas arriesgan su salud con el propósito de mantener informada a la población.
Todos actuando como debe de ser.
Mientras sucede la pandemia y los sistemas de atención de emergencias trabajan sin descanso, se encienden nuevas alertas que no pueden ser subestimadas, ni por los gobernantes ni por la sociedad civil: Una de ellas es la violencia de género y violencia intrafamiliar.
El confinamiento y/o aislamiento preventivo ha encerrado a las víctimas de violencias basadas en género y discriminación con sus maltratadores, por lo que, en el caso de decenas de miles de mujeres en el país, no sólo enfrentan los problemas compartidos con otros grupos poblacionales como la falta de acceso a medios económicos y las restricciones en movilidad, sino que adicionalmente están expuestas a contacto prolongado con sus victimarios y se encuentran con obstáculos adicionales para acceder a órdenes de restricción y otros mecanismos de respuesta institucional, en caso de ser atacadas por sus parejas.
Esta violencia también se extiende a niños, niñas y adolescentes, que sufren violencia intrafamiliar y, por ende, este debe ser un tema de sensibilidad en todas las esferas de la sociedad.
Las autoridades han dispuesto líneas de atención y sus equipos continúan brindando servicios a pesar de las medidas decretadas por el Gobierno Nacional, debido a que este constituye un servicio esencial, al igual que los servicios médicos. Sin embargo, mientras sucede la pandemia, y, continuando en el ambiente de solidaridad, es importante que todos estemos alertas ante casos de violencia intrafamiliar, para apoyar con una denuncia o una respuesta.
Mientras sucede una pandemia, no podemos permitirnos perder la sensibilidad ante otras problemáticas sociales que incrementan debido a las situaciones inherentes al confinamiento y aislamiento preventivo, que estamos acatando como estrategia de contención ante el Coronavirus.
Carlos Arturo Andrade Fajardo.