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¡No nos equivoquemos!
El futuro de Colombia está en nuestras manos.
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Martes, 3 de Diciembre de 2024

Las últimas revelaciones de la Fiscalía en torno al escándalo de corrupción en la UNGRD, las declaraciones de la asesora del ministro Ricardo Bonilla y las investigaciones periodísticas lideradas por Paula Bolívar y Ricardo Calderón han dejado al país en shock. Estos hechos no son aislados ni sorpresivos: forman parte de una larga cadena de escándalos que evidencian cómo la corrupción se ha enquistado en nuestra política, especialmente en el Congreso de la República.

Lo he dicho una y otra vez: el problema de fondo en Colombia no es únicamente el presidente de turno, sino el Congreso. Hasta que este no cambie, el país seguirá atrapado en un círculo vicioso de reformas nefastas, gobiernos ineficientes y una clase política que legisla para sus propios intereses, no para el bienestar de los ciudadanos.

El Congreso, ese escenario que debería ser el corazón del debate democrático, se ha convertido en una cuna de ratas (salvo unas cuantas excepciones), donde cada cual busca su próximo botín.

Es el lugar donde se negocia la estabilidad del país como si fuera un bien personal, y donde la ética y el compromiso con los colombianos son valores prácticamente inexistentes.

Pero, ¿cómo llegamos hasta este punto? La respuesta es incómoda: la responsabilidad recae en nosotros, los ciudadanos.

No podemos seguir justificando nuestra falta de responsabilidad al elegir congresistas. Cada cuatro años, vemos cómo gran parte de la ciudadanía trata las elecciones legislativas como un trámite menor. Mientras tanto, los corruptos aprovechan esta indiferencia para comprar votos, traficar influencias y perpetuarse en el poder. El resultado: las mismas caras de siempre o, peor aún, caras nuevas con los mismos vicios.

¿Queremos un cambio real en el país? Debemos enfocarnos en cambiar el Congreso.

Son ellos quienes aprueban o rechazan las reformas, quienes deciden sobre los impuestos, quienes pueden detener los excesos de cualquier gobierno, sea de izquierda o derecha. Sin un Congreso independiente, ético y comprometido, ningún presidente, por bueno o malo que sea, podrá gobernar de forma efectiva.

Además, el papel de los partidos políticos en esta crisis es innegable. Los presidentes de los partidos, quienes tienen la facultad de otorgar los avales, deben ser los primeros en rendir cuentas. No se puede seguir permitiendo que avalen candidatos cuestionables sin asumir ninguna responsabilidad por sus acciones. Si un candidato avalado por un partido comete delitos, el presidente del partido y la colectividad deben rendir cuentas. 
Hoy vemos a muchos candidatos aspirando a la presidencia, pero el momento exige algo más grande que las ambiciones individuales. A todos esos aspirantes, los invito a que se sienten, dialoguen y busquen un mecanismo que permita elegir un único candidato presidencial, respaldado por todos. Y más importante aún, que los demás se sumen en una sola lista al Congreso, conformada por personas prestantes y comprometidas, para crear una lista única, jamás antes vista, que inspire confianza y se convierta en la más votada de la historia. Solo así podremos salvar al país. Pero esto no será posible sin el apoyo responsable de todos los sectores, especialmente los empresarios. 
Si realmente estamos preocupados por el futuro de Colombia, ante el riesgo de una reelección de Gustavo Petro y su posible perpetuación en el poder, o de que lo suceda alguien con su misma ideología, la solución no puede ser el miedo, sino la acción decidida.

Partiendo de la premisa de que su triunfo no es un escenario lejano, será crucial contar con un Congreso fuerte, independiente y verdaderamente comprometido con los intereses del país. Sin esta barrera institucional, el panorama será aún más sombrío: se continuarán aprobando nombramientos de organismos de control y magistrados afines al Ejecutivo, consolidando un poder sin contrapesos. Además, avanzarán iniciativas como la reforma tributaria, que ha sido un golpe devastador para los bolsillos de los colombianos, afectando de manera desproporcionada a quienes ya sufren las consecuencias de la incompetencia y la falta de visión del actual gobierno.

El futuro de Colombia está en nuestras manos.

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