El 17 de enero de 2019 el Eln ejecutó un atentado terrorista contra la Escuela de Cadetes en Bogotá, el cual dejó 23 personas muertas y 68 heridas. A partir de ese momento se suspendieron definitivamente los maltrechos diálogos que este grupo sostenía con el Gobierno colombiano.
Pasaron casi cuatro años y quienes tenían la tarea de hacer la paz no cedieron en sus posturas y la violencia se llevó más vidas por delante. Según datos de la Policía Nacional, desde enero del 2019 hasta octubre de 2022 van más de 50.000 homicidios y el número sigue aumentando.
¿Cómo decir que en menos de cuatro años se han asesinado más de cincuenta mil personas de forma violenta y que esto no sea motivo de reflexión permanente para el país? Solo hay una forma: naturalizando la guerra. Cuando los seres humanos crecemos en entornos violentos tendemos a pensar que así es el mundo y que esa forma de ser es un comportamiento biológico de todas las personas. Para bloquear algunos efectos violentos de ese entorno, entonces decidimos crear mecanismos de defensa como la naturalización para poder seguir viviendo sin que esto nos perturbe tanto.
Es cierto que contabilizar las vidas arrebatadas por la violencia de forma numérica puede llevar a una estadística deshumanizante que omite explicar el contexto en el que cada una de esas personas murió. Sin embargo, por donde quiera que se mire, la cifra refleja un país enfermo que naturalizó la guerra y sus desastres, y que se niega a entender que esta tragedia es evitable.
No hay coincidencia en quién pronunció la frase que le da título a esta columna. Algunos se la atribuyen a Alfonso Cano, unos pocos a Pablo Catatumbo y otros a Jesús Santrich. En lo que sí coinciden es que la frase se dijo en el rompimiento de los diálogos con las guerrillas adelantados en 1992 por parte del Gobierno de César Gaviria en Tlaxcala. Tuvieron que pasar veinte años y millones de víctimas para entender que el diálogo era el camino para insistir en la tarea de disminuir la violencia del país.
La reanudación de los diálogos entre el Gobierno y el Eln le apuestan a la conversación como herramienta de transformación, como una estrategia para desnaturalizar la violencia y sacar a la guerra de nuestro sentido común. Es un intento por evitar que alguien vuelva a decir “nos vemos dentro de 10.000 muertos”. La tarea no es sencilla, pero sí es más humana.
Nota: Desde el pasado viernes el sistema de conexión a internet de la Rama Judicial presenta fallas a nivel nacional. Los jueces han tenido que utilizar sus propios datos para adelantar audiencias represadas y en la mañana del martes 22 de noviembre aún no se había realizado en Cúcuta el reparto manual de tutelas. Teniendo en cuenta que gran parte de las tutelas se interponen para proteger la salud de pacientes en riesgo, se puede decir que el derecho a la vida quedó desprotegido durante varios días por cuenta del servicio de internet.