El tema de la semaforización en la ciudad ha sido y es muy neurálgico, puesto que pasados cuatro años de la ejecución del contrato por parte del concesionario, los resultados no es que tengan muy contenta a la ciudadanía, puesto que puesto que a pesar de haber instalado los equipos, éstos no se han sincronizado en el cambio de color, a efectos de lograr la llamada “ola verde” en vías arterias principales.
No creo que el responsable de la concesión pueda a la fecha, defender al menos una vía bien controlada, lo cual tendría como resultado mejora en la movilidad, pero infortunadamente, algunos de los sectores objeto de la demarcación de la biciruta, sumado al pésimo control de los semáforos, agrava el problema para los conductores.
Para complementar el escrito, tomaremos como ejemplo una arteria importante como lo es la avenida 4, desde la calle 5 hasta la 18. Las condiciones de la carpeta asfáltica son deplorables y el primer semáforo ubicado en la calle 7, es decorativo toda vez que es el sitio predilecto de las empresas Transan y Corta Distancia para bloquear el paso por aquello de la “guerra del centavo”.
En las calles 8 y 9 de la misma avenida, se encuentra el paradero de transporte informal más organizado de la ciudad. Es así que muchas veces se observan algunos patrulleros de la Policía Nacional, adscritos al cuerpo especializado Tránsito y Transporte con una actitud bastante decorativa porque pareciera que su tarea en el sitio, se limitara a permitir la muy criticada informalidad y además, hacerla respetar por los demás conductores.
Es precisamente en ese sector, en donde se encuentran dos de las reducciones de las construidas con las tachas viales que no son otra cosa, que los elementos de color amarillo que permiten demarcar la bicirruta. Entonces tenemos que en esa vía de tres carriles, uno es ocupado por la informalidad, el otro por los ciclistas y el tercero para ser parte de la fila que se forma, toda vez que los conductores de la mancha amarilla detienen su marcha en el sitio que les venga en gana para recoger pasajeros.
Ahora, si a lo anterior le agregamos un semáforo “loco” en cada esquina pues se genera un significativo atasco que debemos soportar ante la complacencia de la parte operativa de tránsito, la inexistente cultura ciudadana y la nueva reducción de los carriles para vehículos. El problema de fondo, es que no creo que existan estudios de tránsito serios que ofrezcan al contratista de la concesión, diseñar olas verdes para dar fluidez en la movilidad.
Entiendo que aún falta por instalar varios semáforos y de ahí mi preocupación puesto que si no se aprovecha este tipo de señalización, estamos llamados a seguir soportando excusas e improvisaciones del concesionario en tan importante problema, motivo por el cual hago un respetuoso llamado de atención al supervisor del contrato de los semáforos para que le cuente a la ciudadanía si hay probabilidad de no seguir siendo víctimas de la movilidad frente a la gran cantidad de olas rojas instaladas en la ciudad.