Por estos días en Colombia todos hablamos de la paz; analizamos que tan bueno ha sido el Plan Colombia en los últimos 15 años, si dio resultados, si fue un fracaso porque los cultivos de coca han aumentado; otros aseguran que fracasó porque uno de sus objetivos era que el aparato de justicia fuera eficiente y ello no ha ocurrido, pensamos en la desmovilización de la guerrilla de la que muchos no aceptarán ver por ejemplo a los guerrilleros haciendo política, de todo ello hablamos ahora que se acerca el día 23 marzo que es la fecha pactada para la firma de la paz, analizamos y hacemos conjeturas sobre lo que será el futuro del país. En todo caso, para que haya paz tiene que haber perdón, sin este último, no es posible la reconciliación.
Y de eso hablábamos el pasado viernes en la librería Luvina ubicada en el barrio bohemio de La Macarena en Bogotá, teniendo como contertulio a dos personas excepcionales, un filósofo y un escritor. Y claro viene la gran pregunta: Qué tan posible es que los colombianos podamosperdonar? Nuestro conflicto se ha degradado tanto que es muy difícil el perdón.
En esa conversación, el profesor de filosofía recordaba un caso de un secuestro de la hermana de una estudiante suya de la universidad javeriana de hace unos 15 años. Hablaba de la actitud del padre de la secuestrada, de la forma como éste último manejó el secuestro de su hija. Como se trataba de una negociación en la que lamentablemente su hija en esa negociación apenas era una mercancía, alcanzó a decirle a sus captores que no estaría dispuesto a pagar sino hasta determinado precio, que no pasaría de ese límite, tratando de que su misma familia entendiere su posición, cosa que no logró. Se acercó a uno de los captores, y el padre trata de negociar con él tratando de encontrar una opción económica más favorable, y lo logra. Mientras eso sucedía, la hermana graba todas las conversaciones y momentos del secuestro, y hace una película que posiblemente se encuentre en la universidad. Analizábamos hasta dónde es posible el perdón en sucesos como esos. Yo relataba el secuestro que hoy en día viven, por tercera vez, la familia Cabrales de Ocaña a quienes los engañaron, les hicieron pagar en dos oportunidades la liberación de su familiar cuando sus captores ya habían asesinado en cautiverio al secuestrado, y en esas circunstancias, qué tanto se le puede pedir a una familia que perdone? ¿Cómo podría perdonar un hijo a un exguerrilero por ejemplo, que sabe que secuestró y asesinó a su padre, y ahora ve que postula a un cargo de elección popular en su región?
Esos son los retos que enfrentamos por estos días. Sin duda una lección de lo que es el perdón la hizo hace algunos años el actual alcalde de Cali quien fue secuestrado por uno de los mayordomos de su finca, y meses después cuando lo habían liberado las autoridades, a su antiguo mayordomo que había sido condenado por secuestro, su víctima lo que hace es alimentar y pagarle la educación a los hijos de su captor, así como contrata un abogado que trata de que le rebajen la pena a su antiguo mayordomo. Con la definición del tema de la paz, y el plebiscito que se votará a mediados de año, estaremos definiendo lo que será el futuro de las próximas generaciones. Son muchos los interrogantes e incertidumbres que existen, como uno que planteara por estos días un profesor mejicano sobre el proceso de paz en Colombia, muy válido y preocupante: la paz debe venir acompañada de reformas económicas importantes, porque si firmamos la paz y la estructura económica sigue siendo la misma en la que se mantienen la inequidad, la
pobreza y la desigualdad, como le sucediera a Guatemala y San Salvador, en lo que termina la reinserción es en bandas criminales e informalidad. Muchas inquietudes e interrogantes que nos asaltan a todos, y más interrogantes para los amigos de Luvina.