Colombia da para todo: mientras el país está en uno de los momentos más críticos y alarmantes con lo que sucede en varias ciudades con la inseguridad, la violencia contra líderes sociales que no termina, un balance agridulce 5 años después de la firma de la paz, mientras eso sucede, dos de sus expresidentes están en un debate moral que ante todo muestra a los niveles de degradación a los que hemos llegado.
Pastrana increpa al expresidente Santos: “Pónga usted el sitio y la fecha para demostrarle que recibió dineros del narcotráfico para la financiación de su campaña”. El país anda con muchos y graves problemas, y dos expresidentes agarrados como pelea entre pandilleros, y para colmo uno de ellos premio Nóbel de la Paz. Desde muy de lejos hasta la academia de Suecia debe estar preocupada con todo lo que se están diciendo dos expresidentes en estas tierras tropicales, en un agarronazo de telenovela, y más cuando a uno de ellos lo galardonaron hace 5 años.
Y también hubo por estos días enfrentamientos vergonzosos entre Pastrana y Samper. No se si leyeron la entrevista que hace algunos días le concedió Samper al Espectador, en la que en una curiosa y degradante defensa, ante todo cínica, trata de defenderse Samper del señalamiento de haber recibido dineros del narcotráfico, expresándole al mandatario conservador: “pero usted también recibió”. O que tal lo que dijo uno de los Rodríguez Orejuela aún detenido en una cárcel de los Estados Unidos: “En Colombia en los últimos 50 años a todas las campañas políticas les hemos dado dinero”
Hace muchos años las peleas entre presidentes por lo menos tenían más sentido, eran más románticas, se peleaban por una mujer. Nuestro coterráneo Francisco de Paula Santander en 1838, siendo presidente, en el cumpleaños de su novia Nicolasa Ibáñez – el pobre marido Antonio José Caro estaba en Londres cumpliendo unas aburridas funciones consulares -, celebraba el cumpleaños de la bella ocañera, y mientras servía unos vinos en el primer piso, sorprendió al futuro presidente de la Nueva Granada, José Ignacio de Márquez, cortejando a Nicolasa. Santander botó por el balcón a Márquez desde el segundo piso. Las peleas entre presidentes en esos años por lo menos eran románticas. Lo de ahora es de una podedumbre moral y ética muy profunda.
Este es el debate a pocos meses de que decidamos quien será nuestro próximo mandatario el próximo año. La gente no solo está cansada con lo que sucede: está saturada, alarmada por el país en el que vivimos, preocupada por el futuro de los hijos que ven con incredulidad como esta “peste moral” en la que se debate el país nos lleve casi que a avergonzarnos ante el mundo. Es que el tema ya no es si yo recibí dineros del narcotráfico para la financiación de la campaña política, sino que usted también recibió, luego no es válida su crítica.
Con este escenario preliminar hacia unas elecciones presidenciales puede suceder cualquier cosa. Ahí es donde es peligroso el populismo. El candidato que sepa aprovechar electoralmente esa fatiga de ver el nivel de degradación en los debates a los que ha llegado Colombia. Mucho de esto fue lo que ocurrió en Perú, con la mayoría de sus expresidentes presos, con órdenes de extradición por corrupción, y por allá de la selva apareció un maestro rural quien supo montar una estrategia, se conectó con el elector, y contra todo pronóstico se convirtió en el nuevo presidente de su país. Difícil y muy preocupante lo que se nos viene en el 2022, con este debate inmoral, un país cada día más polarizado, que ojalá no ocurra lo que me decía un ilustre e importante contertulio por estos días fríos en Bogotá: “Ojalá que en todo este caos, no haya un muerto”.