En medio de grandes expectativas se inició ayer en Buenos Aires la décimo tercera Cumbre del G20, con la participación de los mandatarios de los 8 países más industrializados del mundo (G-8), de 11 países emergentes y la Unión Europea.
Allí estarán presentes los países más ricos del mundo, los cuales representan el 66 por ciento de la población global, el 85 por ciento del Producto Interno Bruto-PIB, el 80 por ciento de la inversión y el 75 por ciento del comercio mundial. Por primera vez se celebra en América Latina una cumbre del G20, cuyo presidente actual es el mandatario argentino Mauricio Macri.
La opinión de los argentinos está dividida, pues mientras muchos se muestran de acuerdo con la celebración por considerarla como una muestra de respaldo que se puede transformar en una gran oportunidad para atraer la atención de la inversión extranjera, no solo a Argentina, sino a la región, hay quienes consideran que el alto costo de su organización (112 millones de dólares) puede contribuir a aumentar la grave situación económica por la que pasa el país.
Vale recordar que la depreciación del peso argentino respecto al dólar llega al 100 por ciento, la inflación es de 50 por ciento, el nivel de pobreza 27.3 por ciento y la tasa de desempleo 9.6 por ciento. El Fondo Monetario Internacional-FMI, le acaba de aprobar un préstamo por 56.000 millones de dólares, el más alto en la historia de este organismo. Por esto las protestas callejeras van contra el FMI, el G20 y contra el presidente Mauricio Macri.
La atención del mundo está enfocada en los resultados que se puedan lograr, en este importante espacio de liberación política y económica, en temas como el conflicto Ucrania-Rusia, cambio climático y la guerra comercial entre China y Estados Unidos.
Del éxito de este encuentro de potencias económicas mundiales, que se celebra desde ayer en el Centro de Convenciones Costa Salguero de Buenos Aires, dependerá la suerte tanto de Argentina como de Mauricio Macri, quien aspira su reelección. ¿Qué pasará?