Ante el anuncio de la oposición de llevar a cabo una huelga nacional el viernes 28, el presidente Nicolás Maduro hizo de conocimiento público la decisión del gobierno de incrementar el salario mínimo en un 40 por ciento a partir del próximo primero de noviembre. Desde el día de Todos los Santos, el salario mínimo y pensiones será de 27.091 bolívares, más un bono alimentario de 63.720 bolívares. Este es el cuarto incremento en este año: 20 por ciento en marzo, 30 por ciento en mayo, 50 por ciento en septiembre y 40 por ciento en noviembre.
Con base en este ajuste, los trabajadores recibirán mensualmente un salario mínimo integral de 90.611 bolívares, equivalente a 138 dólares, para un incremento de 454 por ciento en lo corrido del año, superior a la inflación acumulada, según el mandatario venezolano. Además, la Tarjeta Socialista de los Hogares de la Patria, que se entrega cada mes a las familias que pasan por situaciones económicas precarias, pasará de 30.000 a 39.000 bolívares
Si bien es cierto este incremento salarial genera un leve beneplácito económico de entrada, el peligro está en que se convierta en un estímulo para que la inflación, la más alta del mundo, siga creciendo y sobrepase el 475 por ciento proyectado por el Fondo Monetario Internacional para 2016. Esto complicará aún más la situación del hermano país donde la escasez de alimentos cada día se agrava, la inseguridad crece, la falta de medicamentos es crítica, las protestas en las calles aumentan y el índice de pobreza en los tres últimos años ha crecido casi en un 20 por ciento.
Maduro será recordado, y hasta culpado, por la dura crisis que Venezuela ha afrontado durante su gobierno. Cuando Chávez llegó al poder el petróleo se cotizaba a 9 dólares y cuando murió el precio superaba los 130 dólares; durante su mandato el salario mínimo de la República Bolivariana era el más alto de Suramérica. Pero con la llegada de Maduro al palacio de Miraflores empezó el desplome del precio del crudo casi hasta los 25 dólares, la inflación se disparó, el bolívar no para de caer, las reservas internacionales han llegado al mínimo y, para rematar, al final de 2016 la contracción será del 10 por ciento.
Lo grave del caso es que, según las leyes de Murphy, las cosas pueden empeorar. Y si se aplica aquello de que no hay quinto malo, lo más seguro es que antes de finalizar el año, se anuncie un nuevo incremento del salario mínimo.
Qué tiempos aquellos, hace tres décadas Venezuela tenía los más altos estándares de vida en Latinoamérica.