Los tiempos que le quedan al Gobierno para aprobar varias de sus reformas fundamentales son angustiosos, casi que imposibles: 22 semanas para aprobar 29 proyectos de ley. Petro ganó las elecciones para propiciar un cambio, pero no hizo un buen cálculo político, se dejó llevar en exceso de la soberbia personal y la de algunos de sus ministros, como la ministra Corcho de salud, quien no escuchó, no concertó, y ahora el congreso le hace 133 modificaciones a su proyecto original. Lo más grave para este Gobierno es que tiene un alto riesgo de que en apenas muy pocos meses de empezar su mandato, gaste mucho de su capital político, que no le será nada fácil recuperar después.
La reforma política se le cayó, la de salud naufraga, y en ese escenario vienen reformas complejas como la laboral, pensional, la Paz Total, sometimiento de las bandas criminales, con un congreso fortalecido que comienza a ver que le ganó el pulso al presidente, y por ello, pretender aprobar esas reformas en 22 semanas, es poco menos que imposible. No jugó bien el gobierno, hizo un mal cálculo político, se equivocó en creer que tenía a su favor el congreso, pero no, el escenario de la caída como un “castillo de naipes” de varias de sus reformas es muy probable. Lo grave es que podrían ser muchas. Ni imaginar la gobernabilidad del gobierno en los próximos meses si esto último escenario ocurre.
El ejemplo histórico de un gobierno que en Colombia logró muchos cambios democráticos, fue lo que sucedió con la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo entre 1934 a 1938. En su momento se aprobaron reformas sociales, se aprobó el auxilio de cesantías, la huelga, la ley de tierras que fue el primer intento de una reforma agraria en el país. Ha sido uno de los gobiernos de mayores cambios en nuestra historia, era el ejemplo a seguir de Petro, pero a pesar de los buenos propósitos muchas políticas se pueden ir al suelo, y peor, casi todas. Y ahora viene lo peor de lo que le puede suceder a un “Gobierno del Cambio”, que para lograr ese cambio se vea obligado a “repartir mermelada”, que eran las prácticas que se criticaban. Es una encrucijada irónica del primer gobierno de izquierda de Colombia, y lo peor es que ya se habla de “chantajes burocráticos” con la solicitud de renuncias a algunos viceministros de partidos que han anunciado que no votarán la reforma a la salud.
Es irónica la coyuntura política del actual gobierno, como si Petro estuviere hoy prisionero de la clase política a la que tanto combatió y derrotó electoralmente en junio del año pasado. Gran parte de su derrota es por la ingenuidad de algunos de sus proyectos, como el de la Paz Total y sometimiento de las bandas criminales. Sin duda que es un loable propósito, pero otra cosa es lograrlo. No es sino mirar el análisis de la revista inglesa “The Financial Times”, en la que asegura que la paz total del gobierno puede terminar es en un caos total. Lo dice una de las revistas con más credibilidad en el mundo, y ello a pesar que el “Times” selecciona a Petro como una de las 100 personas más influyentes en el mundo. Sin duda que Petro llegará a su reunión con Biden con el ego en buena autoestima, así sus reformas no vayan bien.
Y mientras ello ocurre, muchos de sus opositores que aún no aceptan su triunfo, deben estar frotándose las manos porque perciben que a Petro en muy pocos meses las cosas no están saliendo bien. El problema es la suerte del país en el futuro inmediato. Nadie podía imaginar lo que sucede hoy políticamente en Colombia: mientras el presidente es prisionero de la clase política, el país desempleado, con hambre y sin futuro es prisionero de un presidente que a pesar de la mermelada que reparte puede fracasar en sus reformas.
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