—Cómo se les ocurre eso, no había escuchado tamaño despropósito, ¿es que no tienen más que inventar? Sí, el nivel del mar ha subido ocho centímetros en lo que va de siglo. Y qué, pues corres la toalla un poco para atrás. Y si vas sólo en vacaciones, pues qué más da. ¿Que se han perdido más de 250.000 km2 de bosques en 2021 por deforestación o incendios? Eso es el área de la bota italiana sin el tacón y sin Sicilia. Cuál es el problema: sembramos ganado que da empleo, leche, cuero y carne, ¡qué mejor!, salsa boloñesa para todo el mundo. Y todavía se quejan de los 13.000 km2 despejados en la amazonia brasilera. Serán, a ver, a ver, como 790 canchas de futbol. Qué desperdicio mantener tanto árbol, tanto bicho, tanta tierra sin construir, sin sembrar; es una pena no aprovecharla. Que tal hacer unas casas, bueno, casuchas para tanto refugiado que hay en el mundo; haríamos una gran obra social y como sabemos que la guerra va por barrios, pues los echamos cuando toque, que campo hay en el desierto. ¿Que en los mares nadan más de 6 millones de toneladas de desperdicios? Ese es el peso de un millón de elefantes, pero como quedan más o menos unos quinientos mil orejones, pues…. Qué quieres, ¿que guarde la basura en el closet? Además, agua es lo que sobra en los mares. De no estar en el negocio inmobiliario, embotellaría agua marina. Claro. Clarísimo. Sí.
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Y cómo te parece lo de la desaparición de las especies. ¿Tanta bestia suelta sin sacarle partido? Escamas de pangolín, cuernos de rinoceronte, marfil, cartílago de tiburón; si desaparece tanto animal será por algo. Figúrese que sería de los museos de paleontología si esas alimañas todavía estuvieran asechando nuestras fincas, matando nuestras vacas. Dime, ¿de qué me sirve a mí un castor si vivo a miles de kilómetros? Bueno, un sombrero no me vendría nada mal. Y si es de copa, mejor, para la posesión sería ideal, además lo pondríamos de moda. Eso. Eso. Déjame pensarlo, tengo unos colegas en Canadá. Ni me nombres la grulla coronada, sí, no niego que es un pajarraco atractivo pero no sirve para nada; preferiría salvar un hangar de pollos, que esos sí rinden y dan de comer a mucha gente; además nadie hace cruzadas para salvarlos. Y ni mu sobre las emisiones de CO2.
¿Que por qué sé todos estos datos? Pues porque no hago más que espantar oenegés, fundaciones, twitteros, infuencers y toda esa fauna defensora de lo indefendible. Y porque hay que estar en la jugada. A propósito, estoy explorando comprar unas tierras en el pirineo aragonés o en los Alpes franceses. No, cerca de glaciares no; hay terroristas que los están descongelando para echarnos la culpa. Las más baratas están en Los Andes, mejor que sean a partir de los mil doscientos metros sobre el nivel del mar. Hay que comprar ya; en cincuenta años valdrán mil veces más. ¿Qué por qué? Ah, olfato…Y hay que pensar en los hijos ¿No te interesa invertir?
*Conversación telefónica, bueno, monólogo de un señor que podría ser una señora, de profesión electoral y emprendedor, que no hace otra cosa que expresar lo que piensa y lo que planea, porque sabe muy bien que tiene derecho a pensar y a planear. Ella, que podría ser él, está segura de que a la vuelta de pocos toques de calendario las masas sensatas aplaudirán el triunfo de las ideas correctas y que el mundo —aunque inundado o polvoriento, achicharrado o emparamado— estará en inmejorables manos.
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