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Septuagenaria de vidrio
La televisión era en glorioso blanco y negro, el color de la nostalgia, de la vida misma.
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Sábado, 15 de Junio de 2024

Como a mi casa no había llegado ese preservativo de pared llamado televisión, fuimos nueve hijos. Por idéntica razón, mis abuelas tuvieron treinta petacones, incluidas cinco “novedades” como se les decía a los embarazos que no llegaban a ningún Pereira.

Mi primer gran deslumbramiento fue la televisión que cumplió 70 años el jueves 13 de junio. ¡Le llevo ocho años! Me debe respeto. En realidad, fue el segundo deslumbramiento. El primero fue el cine que era un chorro de luz que se convertía en gente al chocar contra un trapo blanco.

El domingo sacaba la semana del anonimato porque nos deparaba el matinal doble en el cinema paradiso del barrio. Poco importaba que nos tocara ver películas del oeste desde la aristocracia de gallinero. Los guaches de luneta arrojaban sobre nuestras cabezas colillas de cigarrillo. Si París bien valía una misa, el asombro del cine valía cualquier sacrificio.

La televisión era en glorioso blanco y negro, el color de la nostalgia, de la vida misma. De la mano de Fernando Gómez Agudelo, el general Rojas importó la televisión para celebrarse su primer año en el poder que por tas-tas del azar detenta hoy, de estrepitosa gorra, un heredero suyo.

Los primeros en llegar a casa del Bill Gates de la cuadra que tenía televisor veían los programas sentados en el suelo. Los que llegaban tarde llevaban ladrillo para treparse en él y ver a Gloria Valencia por la ventana.

O al padre García-Herreros que convertía la televisión en púlpito con su voz lánguida, musical, arzobispal. Para la prédica nocturna el curita “cucutoche” reencarnó en el padre Diego Jaramillo a quien su nonagenario contemporáneo, Antonio Cacua Prada, le imploró que no trabaje más. Petición denegada.

De pronto recibíamos cartilla sobre ajedrez ordenada por Rojas, aficionado al juego. Sus rivales se dejaban ganar. ¿Quién le gana a un dictador? Fausto Cabrera, director del programa, ponía a su hijo Sergio, actual embajador en Pekín, a encapricharnos con las piezas.

Ignorábamos la paternidad de Rojas sobre la televisión. Nos importaba un comino. Preferíamos dedicarnos a ejercer el creativo oficio de gamines. Supimos más sobre Gurropín el 10 de mayo del 57 cuando lo “tumbamos”. ¿Por qué cayó? Ni veniales, pero ese día celebramos estruendosamente.

La televisión generaba la misma adicción que las pantallas o el wasap de hoy. Japiberdi en tus setenta, preservativo de pared.

oscardominguezg@outlook.com

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