Los escándalos que han protagonizado por estos días el príncipe Harry de Inglaterra y la cantante Shakira, en donde han revelado sus intimidades familiares, lanzando toda clase de acusaciones escandalosas, el primero a la familia Real Británica, a la que pertenece; y la segunda, a su exmarido, el famoso futbolista del Barcelona Gerard Piqué, no dejan de tener claros desteñimientos a la ética.
Estas manifestaciones se derivan de su condición de personalidades notorias en el mundo entero, frente a las cuales la prensa y las redes sociales siempre están atentas a todo lo que puedan hacer o decir. Pero cuando esas supuestas revelaciones no tienen nada que ver con sus actividades propias, y se trasladan a otros espacios, pasan entonces a estar detrás de extraños objetivos, aprovechándose de su posición notoria en el público para obtener millonarias ganancias que se derivarán, en estos casos, de la publicación de un libro y de la promoción de una canción, con contenidos bulliciosos, escabrosos y vergonzantes, y ahí es precisamente en donde encontramos que los fines propuestos estaban premeditadamente dirigidos a obtener dinero, antes que a cualquier otra cosa; y como decía un antiguo profesor, en la premeditación todo cabe.
Y todo eso se hace contraviniendo las normas de la ética periodística y de los elementales principios de la equidad en la información y del derecho a la réplica. Esas manifestaciones suelen explotar como una bomba, y los incriminados quedan totalmente apabullados, sin haber podido pronunciar una sola palabra.
El libro del príncipe y su esposa Meghan, vendió 1,2 millones de ejemplares en sólo el primer día de ventas; y la canción de Shakira tuvo 50 millones de reproducciones, también en un solo día. A su vez, a estos estallidos comerciales, los acompañaron contratos jugosos con reconocidas marcas.
Después de ese impresionante resultado económico, que ha robustecido sus ya abultados patrimonios, comprobamos que el principal objetivo era la factura, de ahí a que la propia Shakira dijera en su canción “las mujeres ya no lloramos, facturamos”.
Mal ejemplo el que dan estos personajes, pues le enseñan al mundo entero unas prácticas que resultan inapropiadas, malintencionadas, perversas y absurdas, y que no se compadecen con lo que debe ser el buen juicio y el comportamiento ejemplarizante; “todo por la plata” acostumbran a decir los ambiciosos desvergonzados de ocasión.
Ahora la moda es todo aquello que produzca escándalo, que genere chantaje y que favorezca sentimientos y ambiciones ocultas.