Hoy, Colombia es centro de atención mundial por la tragedia que hemos vivido por estos días. Uno de los titulares de primera página del New York Times le muestra al mundo la dimensión de la crisis: “Los colombianos no quieren ser tratados como espectadores, presidente Duque, salga del estudio”. Similares titulares aparecen en la prensa de Londres, Francia, España, y ya hasta el presidente de Argentina señaló que en Colombia se están violando los derechos humanos. El mundo está preocupado por lo que sucede en nuestro país. Creo que gracias a esa denuncia de la prensa internacional las cosas no están peores, porque de lo contrario Duque probablemente ya habría decretado la conmoción interior y habría militarizado el país. El contrapeso que hoy tiene Duque es la preocupación de la comunidad internacional.
Alcanzo a recordar algo de lo que fue el paro nacional de septiembre de 1977, que ha quedado registrado como uno de los más violentos. En los 3 días que duró, hubo 30 muertos, saqueos y violencia a pesar del toque de queda que decretó el alcalde Gaitán Mahecha, y días después, con un importante aumento salarial para los trabajadores, los sindicatos reclamaron como un triunfo esa jornada. En este siglo recuerdo la multitudinaria manifestación en contra de las FARC, y ya las protestas de noviembre de 2019 mostraban con la novedad de los cacerolazos, que la fractura social de Colombia era más profunda de lo que imaginábamos, sólo que vino la pandemia y el mundo entero quedó confinado, y las protestas quedaron aplazadas; ahora son más fuertes, hay más pobres, más frustración. En Colombia fácilmente se habla de una generación perdida, la de los jóvenes que ni estudian ni trabajan.
Eso en el tema social, porque en lo político, tres años después, estamos pagando las consecuencias de la “rifa” que hizo Uribe en el 2018 entre varios candidatos del Centro Democrático y que de manera desafortunada se la ganó Duque. Si en algo coinciden los analistas y columnistas de lo que sucede hoy en día en el país, es la desconexión del presidente con la realidad de Colombia. La ineptitud del presidente lo llevó a presentar una reforma tributaria inequitativa, que atacaba la clase media, al trabajador con salario medio, y por ello las protestas llevaron a que justo hace 8 días se cayó la propuesta. Muchos llegaron a pensar que las protestas se desvanecerían; todo lo contrario, ahora tomaron más fuerza.
Y la gran pregunta es ¿qué va a suceder en Colombia por ahí hacia el 25 de mayo cuando Duque haya escuchado una infinita solicitud de reclamos de sindicatos, camioneros, gremios, estudiantes, seguramente en muchos casos exageradas, inalcanzables, y que como ya se calcula, a hoy van en más de 80 billones de pesos? ¿Se acaban las protestas y se levanta el paro? Seguramente no, porque no es difícil imaginar que en ese momento, Duque y su mediocre equipo de asesores, excepto el nuevo Minhacienda que es un hombre preparado, podrán percibir que fiscalmente el país no tendrá las más mínima posibilidad de atender todos los reclamos. ¿Y los sindicatos lo entenderán y se irán a sus casas? Seguramente no, y ese escenario en plena campaña a la presidencia.
¿Qué efectos y expresión política tendrá toda esta crisis hacia el próximo año? ¿La capitalizará Petro? ¿Tendrá alguna posibilidad Uribe de volver a hacer esa encuesta para tratar de elegir nuevamente un candidato? Pensaría que uno de los candidatos que debería tener Colombia hacia el 2022 en la actual crisis debiera ser Germán Vargas Lleras. A pesar de la soberbia y “los coscorrones” es un hombre que conoce los problemas del país. Llama la atención porqué no se presenta como una opción hacia el próximo año. El más oscuro panorama político nos espera en esta crisis por cuenta de un presidente inepto que sigue creyendo que la forma de gobernar es apareciendo en televisión todos los días.