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S.O.S. por la política
La pandemia ha desnudado falencias acumuladas como personas y como sociedad.
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Sábado, 31 de Octubre de 2020

A la política, a su forma de entenderla y hacerla, la han enterrado mil veces y otras tantas ha resucitado rozagante y combativa, por la sencilla razón de que nos es esencial, en tanto somos animales sociales pero con un claro sentido de la individualidad. Lleva un cuarto de siglo dando tumbos, y no solo en Colombia, donde su desprestigio, pérdida de legitimidad y consiguiente credibilidad no para de aumentar. Y en momentos en que las personas y las sociedades enfrentan una mar de incertidumbre, de violencia no solo física, y de confusión cuando los caminos conocidos por no decir trillados se han borrado y enmudecido las voces que antes orientaban. 

La pandemia ha desnudado falencias acumuladas como personas y como sociedad, de las cuales no éramos conscientes o simplemente no queríamos ver. Se destaca la política de la cual se hizo patente su enorme desgaste, cuando más se le necesita. Y ese vacío de política, esa trivialización de la democracia y del ordenamiento político liberal, con el cual esta se ha identificado hasta casi confundirse, exacerba la necesidad ciudadana de encontrar apoyo, comprensión y protección.

Esta es la ocasión para que empiece a escucharse la voz de quienes, de ahora o de antes, la levantan para convocar a la gente a seguir al nuevo jefe, que les mostrará el camino a la tierra prometida; en su condición de padre y mesías va a liberarlos del mal que los amenaza. Se genera una polarización que en vez de disminuir aumenta con el paso del tiempo, alimentada por los mesianismos, independientemente de su orientación política o ideológica. Polarización que se ha constituido en la sepulturera de la vieja política y de sus organizaciones. Se consolidó la personalización de la política en cabeza de los caudillos mesiánicos, autoritarios por lo iluminados y sustentados en unos egos que no admiten sino su verdad, constituida en la antípoda de una propuesta seria, razonada con un proyecto para el engrandecimiento de la Nación y no al servicio de la persona del líder. 

Y esto fue posible porque la palabra de los políticos que ofrecen pero no cumplen, junto con la de los partidos sin excepción y de los voceros del Estado, suena más falsa que un billete de tres pesos; se volvió sencillamente increíble. Partidos y políticos son percibidos no como servidores del interés nacional y del compromiso adquirido con sus electores, sino de sus propios intereses y los de sus incondicionales, por no tacharlos de áulicos. Gobernantes y partidos desconectados del país real. Caudillismo y autoritarismo son las dos caras de la misma moneda e inclusive pueden ser eficientes para atender necesidades populares; una eficiencia que suele dejar de lado los intereses que están en juego. 

En Colombia no hay aun movidas de política para la postpandemia, y poco se habla del tema, el más importante para esa nueva etapa. La gente está en otro cuento y poco o nada espera del mundo de la política, y sin una nueva concepción y manera de hacer política va a ser difícil salir y trascender la situación presente. Urge una política orientada al interés general, más directa en su interacción y compromiso con la gente, con sus electores; con menos discursos y promesas y más acuerdos que resuelvan situaciones concretas. Dinamizada por un diálogo directo y concreto, que sustituya discursos floridos en los que ni el orador cree. Reforzado con los compromisos y la ejecución de proyectos que respondan a los intereses y posibilidades igualmente concretos de las comunidades, las locales y las regionales.

El actual silencio político en tiempos como los actuales despierta interrogantes y temores, porque no es el momento para las banalidades y la evasión de los desafíos. Si esto no se da, tendremos como única herencia del virus, pobreza desbordada y frustración por no aprovechar una oportunidad única para corregir el rumbo. Aún no es tarde pero no hay señales de cambio y el tiempo y la crisis avanzan incontenibles.

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