El lunes por la noche, el Presidente de la ‘paz total’ decidió convocar a su gabinete de guerra ante las gravísimas afirmaciones de su jefe de campaña, escudero y luego responsable de componer las relaciones con el gobierno de Maduro. Lo menos que dijo Benedetti fue que si hablaba, todos se iban presos. Y lo más grave, que el Pacto Histórico, el proyecto político del cambio, había aceitado las elecciones en el Caribe y el Pacífico, con recursos que suponemos de contratistas o de Venezuela, o de una combinación de ambas.
De tal manera que nadie puede extrañarse de que el Congreso pretenda legítimamente hacer un alto en la aprobación de todas las reformas mientras no aclaren las autoridades electorales y judiciales la verdad sobre la financiación de la campaña.
A Petro se le llena de agua la boca hablando del mandato que recibió del pueblo para reformar los sistemas de salud, pensional, laboral y de servicios públicos, por citar solo algunos. ¿Cuál mandato popular? ¿El de los 15.000 millones? Ya me he referido extensamente sobre la inconveniencia de todas estas reformas, pero ahora lo relevante es aclarar si las mayorías que le dieron el triunfo se obtuvieron de manera honesta y trasparente o si, como afirma Benedetti, la campaña no fue tan santa.
El gabinete de guerra también decidió que Petro saldría a las calles el miércoles pasado a marchar a favor de las reformas. Comenzó por abrazar a su otrora relegada Vicepresidenta y por cuenta de ella terminó calumniando a la prensa, a la que además responsabilizó de todo lo malo que ocurre en el país. También se fue contra las encuestas, las mismas que dicen que la opinión pública en aplastante mayoría no cree que las cosas vayan bien en Colombia ni que vayan a mejorar. Las mismas que señalan que más de un 65 % de los ciudadanos no aprueban al Presidente ni a su gobierno. Luego irrespetó al Congreso y a su propio partido. Arropado en la bandera del pueblo, insultó y descalificó a todos, incluso a sus propios ministros, a quienes ahora les tocará ir a armar la revuelta en todos los municipios del país con las amenazantes marchas y asambleas populares. No faltó detalle en esta segunda versión del balconazo. La novedad estuvo en su acusación del llamado “golpe blando”, o sea, de una conspiración para tumbarlo. Lo insólito de esta es que todo lo denunciado provino de sus propias tropas. Fuego amigo.
Sea la oportunidad para decir que lo único que uno no advierte en las marchas es la presencia del pueblo. Solo funcionarios sacados de sus oficinas, maestros que abandonan sus clases, jóvenes en uniforme escolar, congresistas con excusas médicas y sobre todo sindicalistas con viáticos movidos por la defensa de sus descomunales privilegios. Ejemplo de estos últimos, el flamante nuevo presidente del Congreso, Alexánder López, quien llega con la consigna de hacer aprobar las reformas a como dé lugar y garantizar la elección del nuevo Contralor General. ¿Habrase visto cinismo igual, cuando el país sigue aturdido por las revelaciones sobre la espuria financiación de la campaña?
Porque así como parece que todo valió para ganar las elecciones, no tengo duda de que ahora todo valdrá para mantenerse en el gobierno. Y lo uno puede ser tan grave como lo otro. Para la muestra, el cese del fuego con el Eln anunciado esta semana. Una bocanada de oxígeno político que le suministró boca a boca este grupo al Presidente de la República. Podemos imaginarnos lo que ocurrió esta semana en La Habana, las concesiones del Gobierno que ya empiezan a conocerse. No creo equivocarme al afirmar que se les entregó el control de los territorios en donde operan. Seguirán extorsionando y secuestrando y violentando a la población civil ante la mirada atónita de nuestra Fuerzas Armadas y de Policía. Así lo pude constatar esta semana en Norte de Santander, al igual que en otras regiones del país.
Destaco finalmente el comportamiento esta semana de los indicadores económicos: fortalecimiento del peso, baja de la inflación, mejora de la confianza inversionista y el empleo. La economía y los mercados han respondido, y de qué manera, al anunciado hundimiento del desastroso paquete legislativo. No hay mal que por bien no venga y no tengo duda, tampoco, de que este escándalo pasará su cuenta de cobro en las elecciones regionales.
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