En los últimos años el mundo ha cambiado tanto, que por lo menos en política hoy en día tiene más opciones de triunfar el candidato que miente que el que diga la verdad. Eso lo entendió Trump en el 2016 y por ello ganó, al punto que todos los días ya siendo presidente, madrugaba a enviar cantidades de trinos de cualquier calibre a sus seguidores para gobernar. Lo que menos interesaba era la verdad. Mejor lo decía la filósofa Hannad Arendt: “Los políticos mienten de manera descarada para ejercer poder sobre la misma verdad”. A eso le apunta Petro por estos días cuando sin ningún respaldo científico llega a señalar que las actuales vacunas no son eficaces frente a la variante Delta. Lo que nos faltaba, ahora a hacer campaña electoral utilizando la pandemia.
Lo peor de las mentiras en las campañas electorales es que se dicen de manera calculada, quien lo hace sabe que le genera un resultado electoral. Utilizar la pandemia que hoy en día vive Colombia, uno de los países que de manera desafortunada en los últimos meses ha estado calificado entre los 10 en el mundo que peor la ha manejado, con resultados en algunos momentos desastrosos, como una estadística lo indicaba ayer: de cada 10 muertes por coronavirus, 9 corresponden a personas a estratos 1, 2 y 3, es jugar con la pobreza, pues seguramente después de las ligeras declaraciones de Petro hará que muchos de sus seguidores que pertenecen a esos estratos, no se vacunarán en los próximos días. Es una dosis perversa y letal de cálculo electoral: ganar votos diciendo por twitter que estas vacunas no sirven, y lo de los muertos, pues que aumenten las estadísticas. Ese no es el problema, lo importante es ganar las elecciones el próximo año al precio que sea.
Si hoy me preguntaran cuál es el mejor candidato que hay en el país hacia las elecciones del 2022, diría, que por su recorrido y experiencia, Humberto de la Calle Lombana, pero sin duda sus posibilidades son muy limitadas, entre otras cosas porque es un candidato serio, incapaz de mentir, como de hecho hay otros en los que en sus planteamientos hay estudio y serenidad, como Fajardo, Alejandro Gaviria, Iván Marulanda, Juan Fernando. Y es que Colombia es un país muy difícil de gobernar. Estadísticas como la de estos días que dan cuenta que en lo que va corrido este año han habido 53 masacres, o que en la frontera hay 18 estructuras criminales activas, que en Colombia la pobreza llegó a niveles del 42% de la población en donde 7 millones están en pobreza extrema, y que el próximo presidente tendrá que implementar otra reforma tributaria diferente a la que se tramita por estos días. El que se suba a una tarima o envíe un twitter señalando que el futuro es complicado, corre el riesgo de sufrir un “linchamiento me
diático”, por las redes sociales. Por ello para algunos es mejor mentir, no importa que la gente siga cada día más pobre y muera.
En estos días Jaime Buenahora hacía un análisis de historia analizando la Constitución de Cúcuta de 1821 y la del 91, y una de las conclusiones era la de que muchos de los problemas que aún no superamos, más que un tema de leyes y constituciones, es nuestra incapacidad política y en muchos casos moral. Las elecciones en Colombia del próximo año, además de los programas políticos y sociales que se debatirán, es un pulso moral y ético. Ojalá que el país algún día pueda volver a tener un gobernante de la grandeza política y moral de Alberto Lleras Camargo, quien después ya como expresidente fue concejal de Chía y llegaba en bicicleta, y no presidentes cercanos a intereses económicos oscuros, o lanzando expresiones sin ningún sustento en twitter sobre la pandemia, sin interesarle que haya más muertes. Un twitter mentiroso por encima de la verdad, lamentable.