El incierto futuro del precio del petróleo ha llevado a los países cuyos ingresos dependen en gran parte de su exportación a tomar medidas para superar los déficits presupuestales. Todo parece indicar que lo que fue por muchos años motivo de riqueza, tranquilidad y poder, ahora es interpretado como una maldición. Como país ejemplo en la aplicación de estas iniciativas tenemos a Arabia Saudita, gran productor y exportador de crudo durante décadas, con ventas hasta de 9 millones de barriles diarios y con las reservas más grandes del mundo, después de Venezuela.
Como la principal estrategia para eliminar la dependencia del petróleo, el gobierno del estado islámico ha anunciado la puesta en marcha del programa “Visión 2030”, con la creación de un fondo soberano de inversión con un capital de 2 billones de dólares, el más grande del mundo, cuyos recursos provendrán de la venta del cinco por ciento de las acciones de la empresa petrolera estatal Saudi Avemco.
Con la creación del fondo soberano se busca reemplazar los ingresos provenientes de la venta de petróleo, que representan el 78 por ciento de las exportaciones, por los del rendimiento de las inversiones. Romper esta cadena de dependencia de tantos años no será fácil, pero es necesaria, pues la baja del precio del crudo representó para este país una pérdida de 80.000 millones de dólares en el año 2015. Además, se prevé un incremento considerable de la población en edad de trabajar, así como el aumento de la participación de las mujeres en la fuerza laboral del 22 al 30 por ciento en 2030. La actual tasa de desempleo en Arabia Saudita es de 11 por ciento.
Todo parece indicar que la fluctuación del precio, como resultado de los cambios en el mercado internacional de energía, llevará a los países exportadores de petróleo a tomar acciones similares a las de Arabia Saudita con el fin de irse alejando de la adicción al oro negro. En Latinoamérica los más afectados son Venezuela, Méjico, Colombia y Ecuador.