Mientras el presidente Juan Manuel Santos realiza algunas de las actividades que más le gustan, como viajar por el mundo acompañado por un séquito de lagartos y tomarse fotos para las páginas sociales de las revistas del corazón, el país es un hervidero, cuya ebullición adquiere, con el paso de los días, ribetes altamente peligrosos para la ya resquebrajada institucionalidad de la Nación (Buenaventura está ahora mismo, literalmente en llamas).
En una misma semana, Colombia entró en paro en varios frentes determinantes para el adecuado funcionamiento de la democracia: justicia, maestros e Inpec (los sueldos que les pagan son una miseria). Además, los taxistas se tomaron las vías para bloquearlas, reclamando mejores condiciones, y la gente del Chocó y Buenaventura, desesperada por la falta de oportunidades y la violencia rampante, procedió de conformidad, y se hizo a las calles, para llamar la atención de un poder central que históricamente los ha considerado ciudadanos de tercera.
En medio de este panorama ensombrecido, el DANE reveló que en el primer trimestre de este año la economía tan solo creció un lánguido y menesteroso 1,1% (cómo estará de grave la situación que debieron reconocerla públicamente). Esto, en plata blanca, significa que las finanzas públicas se encuentran en “cuidados intensivos” y, en consecuencia, que la economía se desaceleró por la falta de tracción de la demanda interna, lo que implica un gran retroceso, cuyas consecuencias pueden ser monumentales. Se trata, pues, del PIB más bajo en 8 años. ¿Le queda duda a alguien de que Santos quebró a Colombia? ¡Qué paradoja: la única economía floreciente es la ilegal de la coca, que pertenece a las Farc, al Eln y a las bandas criminales!
El comportamiento de la economía no es gratuito ni se da como reflejo de la inercia de los mercados internacionales. No, señores, la debacle tiene nombre propio: las desastrosas medidas del régimen, entre las cuales la Reforma Tributaria se cuenta como la más nociva de todas. Muchos lo advertimos, pero el Gobierno hizo caso omiso. Claro, tenían que sacar plata de donde fuera para tapar el “cráter fiscal” que han dejado los excesos de la maldita y sucia “mermelada”, con la que tantas conciencias han comprado (un gobernante repudiado solo se mantiene en el poder por la fuerza, repartiendo dinero a tutiplén o por ambas cosas).
Tratando de maquillar el saqueo al erario, los peones de estribo de régimen se sacaron de la manga un mecanismo que impactó negativamente el consumo, por el aumento del IVA y los impagables impuestos que fueron atribuidos a las personas naturales.
Pero, si la economía va en picada, el tema social no se queda atrás. Tantas protestas e inconformismo al unísono no obedecen a maniobras de la oposición, como pretende hacerlo ver Santos: la verdad es que es el pueblo está sufriendo por la falta de salud, educación, empleo, seguridad, y está hasta el cogote del desgobierno y de la corrupción.
Está por explotar la bomba más grande de la que tengamos memoria, en manos de un presidente impopular que solo sueña con ser expresidente, para salir de gira a mostrarle al planeta su único logro de gobierno: un premio Nobel que fue comprado y que representa una falsa paz, que todavía no se ha hecho.
La ñapa I: Falta poco para la caída del régimen. Mantente firme y en la calle, mi adorada Venezuela.
La ñapa II: Silencio elocuente el del papa Francisco, ante los crímenes de Maduro. Le pudo más el corazón comunista a Su Santidad que el bienestar de un pueblo oprimido.