Por estos días todos los colombianos en cualquier conversación no hacemos nada diferente sino hacer una apuesta por la paz. Los que están por el Sí y los que defienden el No que se votará el próximo 2 de octubre. Con los días que pasan rápidos para ese encuentro en las urnas, esta semana que pasó quizás será una de las de más ingrata recordación por muchos años para uno de los colombianos que se la juega decididamente por el No, para el expresidente Uribe, quien el pasado miércoles recibió 3 certeras decisiones político-judiciales que difícilmente asimilará: la detención en USA del exministro Arias, la suspensión en el senado del magistrado Pretelt y la firma del acuerdo en La Habana. Las tres fueron el mismo día. Por estos días le escuchaba a León Valencia decir algo en una librería en Bogotá que me llamó la atención: que hoy por hoy, a Uribe en política lo mueve más que el odio a las Farc, el odio a Santos. Después del miércoles pasado seguramente será peor.
Quizás uno de los mayores desaciertos que tiene el plebiscito por la paz hoy en día en Colombia es ese, que la paz se politizó, se volvió en un enfrentamiento partidista de intereses electorales y casi personales entre líderes políticos, mientras que los ciudadanos, muchos de ellos se encuentran desconcertados ante un voluminoso acta de acuerdo, que para entenderlo casi que se requiere de un diplomado para digerir lo que se acordó. Finalmente, ya por estos días era el afán del Gobierno que entendió que llevamos cuatro años de conversaciones sin resultados en el tema de la paz, pero ya más que afán, es la angustia de que coincidiera la votación del plebiscito con la presentación de una gravosa reforma tributaria que se nos avecina.
Y en ese escenario, cómo se vislumbra lo que podría ser la paz para Norte de Santander? Por estos días se realizó en la ciudad un importante foro auspiciado por el Igac en el que se plantearon muchos de estos temas, y de entrada se registran algunos indicadores que muestran nuestra realidad en temas económicos y de desarrollo: El departamento representa apenas cerca del 2% del PIB en el país, y se estima que cerca del 70% de los habitantes de la región viven de la informalidad. Estos datos de entrada muestran que el posconflicto para esta región requiere de mucha inversión para rescatar zonas y municipios ancestralmente olvidados. Aún más, se mostró una cifra que impactó mucho al auditorio, al constatar como en los últimos años varios municipios del departamento han venido perdiendo su población de manera dramática, generando un impacto demográfico. Muchos de nuestros municipios se están envejeciendo, los jóvenes han abandonado sus tierras.
Hubo otros datos que se registraron que se convierten casi que en un desafío para la paz de la región: hoy en día se calcula que pueden haber cerca de 30.000 hectáreas cultivadas en productos ilícitos de las cuales se estima que puede generar un comercio de 60.000 kilos de coca, generando una secuela muy grave consistente en que los grupos insurgentes de la región definen hoy sus zonas de influencia, sus intereses supuestamente políticos, dependiendo de lo que suceda con el negocio ilícito. Ese es un riesgo para la paz de la región. Otro, a pesar de la crisis fiscal, va a haber dineros para el posconflicto, quizás más de 10 billones de pesos. El reto es que muchos de esos dineros no terminen en manos de la corrupción de la clase política, como los Nulle, o como sucediera con Uribito. Una tarea grande tenemos por delante para construir la paz.