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El valor de las costumbres y las tradiciones ha ido cambiando.
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Lunes, 2 de Mayo de 2022

Qué bonito era el mundo con el tiempo lento, cuando todo era una secuencia juiciosa de ir superando metas, poco a poco, con el consejo de los mayores y la huella que iban dejando en la conducta los principios fundamentales.

El valor de las costumbres y las tradiciones se protegía como un embrión de semillas que se arraigan en torno a la casa y a la ciudad, con ese ritmo cariñoso y encantador de la sencillez circular de los afectos.

Los ideales eran comunes y las familias honorables y valientes, asumían el compromiso de ser estables, toda la vida, y respetar los ciclos y las convenciones que aseguraban una apropiada evolución social.

Las conversaciones de usted, sin el fastidioso tuteo, eran apacibles para compartir con los vecinos los acontecimientos escuchados en la radio de tubo y celebrar con los hijos sus tareas de colores, antes de comer juntos (ahora se dice cenar).

Y no había tanto afán de atesorar dinero y poder y, sí, de cultivar con esmero los valores ancestrales y enseñarlos a las generaciones de relevo, con el deseo latente de que acariciaran un porvenir bondadoso.

Todo eso está sembrado en el alma de los jóvenes y de sus padres, sólo que adormecido por la confusión de los valores, y es el mejor recurso para recuperar el amor social y conducirlo, otra vez, por su genuina vertiente humanista.

La solución está en superar las necedades engendradas por tantas mentiras disfrazadas de modernidad y retornar en el tiempo, a buscar la esperanza de sueños que se diluyó entre las manos.

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