En día supremo para la democracia de un país es aquel cuando se elige a un nuevo presidente, ese para nosotros los colombianos es hoy, al menos en primera vuelta, porque desde la Constitución de 1991 hay una segunda vuelta si ninguno de los candidatos alcanza la mayoría en la primera contienda.
Lo que más deseamos hoy es que haya una elección justa, lejos de aquellas prácticas que invaliden el proceso y sean contrarias al espíritu democrático; sin constreñimiento al elector, sin compra de votos, sin amenazas, en una palabra, que se pueda votar en libertad plena.
En elecciones pasadas hemos contado con la desafortunada actuación de algunos ilegales que se han valido de patrañas para alcanzar sus objetivos a través de victorias viciadas, lo cual ocurre con mayor frecuencia en elecciones regionales o parlamentarias.
El otro temor es que haya fraude. A la Registraduría Nacional del Estado Civil se le ha otorgado por parte de los colombianos la confianza y credibilidad en el manejo de los resultados, también se le reconoce la celeridad con que se dan los boletines a medida que van siendo contabilizados los votos y ese paso a paso permite a los votantes hacer seguimiento al conteo hasta que llega a cifras que no cambiaran el resultado final.
Por eso es que hablar de fraude días antes de la fecha fijada para la elección es muy aventurado, así que victimizarse con anticipación para justificar una posible derrota, no es bueno.
La campaña ha sido dura y bastante disputada en la plaza pública, los medios de comunicación y los innumerables debates.
Las ideas y programas de gobierno ya fueron expuestos por los mismos candidatos y sus seguidores que han servido de multiplicadores.
Las redes sociales han sido inundadas de consignas, como también de noticias falsas de las cuales han sido víctimas todos sin excepción. Las adhesiones y composición de grupos de trabajo alineados alrededor de un candidato desde rato se gestaron y han continuado su marcha.
Los colombianos están listos para votar, la escogencia personal está hecha con razones o por gustos y quedará plasmada hoy con el voto, aunque quedan pocos indecisos, unos por si votarán y otros no han podido decantar su apreciación y todavía están desojando margaritas para tomar una decisión.
Las tendencias esta vez han estado bien marcadas, de derecha, izquierda y del centro, un abanico amplio con ofertas de políticas y formas diferentes de afrontar la realidad y los problemas del país de cara al posconflicto, aún sin que la guerrilla se haya desmovilizado en su totalidad.
Ese espectro garantiza que podremos escoger entre una amplia gama de matices, sin dejar pasar por alto que las promesas de gratuidad de servicios y estatización de muchos aspectos de la vida pública nos puede conducir por caminos escabrosos con resultados funestos que estamos todos los días viendo en el espejo que nos muestra Venezuela, patentada en la migración y los inconvenientes por los que pasan ahora quienes confiaron en la palabra de salvación de profetas que se aprovecharon de una situación de inconformismo.