Diego Barajas, un muralista comunitario de Chinácota, encontró por medio del arte una manera de transmitir cultura con pinceladas, figuras geométricas y colores. Gracias a festivales culturales anuales que organiza, ha impulsado el desarrollo de más de 100 murales en su ciudad natal.
Por su propia mano, pintó alrededor de 30 paredes en entornos públicos y visibles, cada mural tiene detrás un proceso investigativo y el diseño final se crea de acuerdo al resultado que haya dimensionado la investigación.
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Su trabajo, considera, se basa en metodologías fenomenológicas: un estudio de sentimientos y reflexiones frente a lo que se está perdiendo, de ahí, plantea un recorrido como experiencia de viaje que atesora el conocimiento de forma gráfica.
“Por ejemplo, la ruta del guarapo nace de una reflexión que hago a partir de mi abuela Gloria, la última persona que quedó resistiendo con la venta de esta bebida ancestral, muy popular hace siglos. Quise retratar esta esencia de mis antepasados porque es importante recordar y reconocer nuestra identidad, que ha sufrido un atropello por las dinámicas modernas de la globalización”, manifestó Barajas.