Betún, cera, botellas plásticas y cepillos de distintos tamaños son las únicas armas que usa Noemí García para combatir la crisis económica y de desempleo en Cúcuta.
Desde hace 20 años se ha sentado en su pequeña silla, que le permite estar a la altura de los pies de sus clientes, y se ha encargado de dejar brillantes y ‘como nuevos’ los zapatos de los cucuteños que a diario se pasean por el centro.
“Yo limpio el zapato, le echo betún, lo pulo. Si está deteriorado lo arreglo de la mejor forma, le quito las rayitas y manchas e incluso tapo las peladuras”, afirmó.
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Sin importar las condiciones climáticas, la mujer a diario se pone su uniforme de lustradora, que consiste en ropa cómoda, una gorra que protege su cara de los rayos del sol y un chaleco reflectivo que, junto con su silla verde, llaman la atención de las personas.
Cerca de 15 minutos se tarda en dejar relucientes los zapatos de sus clientes, fijándose hasta en el mínimo detalle, con el fin de que la vuelvan a escoger entre los más de seis puestos de lustradores que se encuentran en el parque.
Todo tipo de clientes
Noemí no oculta su sonrisa cuando habla de los tipos de clientes que se ha encontrado en las dos décadas que lleva trabajando. “Aquí se aparece gente de todo tipo, los que tienen el pie pequeño, pie grande, los que les parece muy caro, los que dan propina, los que son callados, los que cuentan un montón de historias”, señaló.
Y es que además de lustradora de zapatos, en ocasiones se ha tenido que poner en el papel de psicóloga y consejera, pues las personas encuentran en la silla verde un sitio de escape y en Noemí una persona que los puede escuchar.
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“Hay gente que le cuenta a uno la vida privada, sienten la confianza en mí y yo siempre les prometo que no le voy a contar a nadie más. Todo eso que ellos me confían, me lo guardo y no se lo digo a nadie”, agregó.
‘De tripas corazón’
La mujer siempre se ha caracterizado por su paciencia y nobleza, sin embargo, algunas personas se han encargado de poner a prueba estos valores. “Una vez estaba hablando con un conocido, mientras el cliente revisaba los zapatos. Yo sabía que había lustrado dos pares y eso tiene un precio, me dio la plata, le di sus vueltos y me dijo que lo estaba robando”, relató.
Señaló que ese día tuvo que respirar profundo, pues por más que le explicaba, el cliente se le acercaba de forma grosera y no le quería pagar lo que valía el servicio. “Hay clientes difíciles, toca hacer ‘de tripas corazón y seguir trabajando’”, manifestó.
Una pelea con la Alcaldía
Cuando inició la pandemia se les presentó un gran obstáculo a Noemí y a su familia. El parque Santander fue cerrado y no tenían donde trabajar.
“Cuando inició la pandemia entendíamos, porque teníamos que evitar los contagios, pero el tiempo siguió pasando y ya no podíamos seguir quedándonos en la casa”, señaló.
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A pesar de que algunos clientes la llamaban para que fuera a sus lugares de residencia o de trabajo, los ingresos no eran suficientes para mantener a su familia, teniendo en cuenta que su esposo también es lustrador y tampoco podía trabajar.
Por esta razón, decidieron pasar una tutela para que le garantizaran su derecho al trabajo, la cual fue ganada, según comentó. “Igual llegó la Policía, intentó sacarme, yo les mostraba la tutela y me decían que no. Tuvo que venir la abogada y solucionamos el problema”, relató.
Noemí afirmó orgullosa que, en la actualidad, es la única mujer que se dedica a este oficio en el parque Santander y se ha ganado el respeto de sus compañeros.
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