Tener funcionando al menos una de las 19 fuentes que hay en Cúcuta, puede llegar a costar hasta dos millones de pesos mensuales. Es decir, que si sirvieran, el municipio debería destinar 38 millones de pesos mensuales para su operación, 456 millones de pesos al año, un presupuesto, que según Planeación, entidad encargada del tema, no se tiene.
Tal vez esa es la razón por la que casi todas las fuentes tuvieran agua solo unos meses después de su inauguración.
La fuente ubicada en las nuevas casetas de El Malecón dejó de funcionar hace dos años, cuando se robaron las motobombas, cuenta Jairo Urbina, vecino de Colsag. Dice que más que ser un atractivo, se ha convertido en un dolor de cabeza; siempre permanece llena de basura.
La fuente de el Malecón, según los vecinos, lleva más de dos años sin funcionar. Se robaron la motobomba y nadie se hace responsable de su mantenimiento. La última vez que la vieron funcionando fue en mayo de 2015.
Pero si es tan costoso el manteniento, ¿por qué insisten en incluirlas dentro de los proyectos de urbanismo? Ni la oficina de Planeación se explica la razón.
José Alfredo Suárez, arquitecto, experto en inspección urbana y consultor externo de Camacol, dijo que aunque las fuentes hagan parte del imaginario de la ciudad y sean elementos significativos, se debe pensar en replantear estos espacios, pues están deteriorados y podrían ser aprovechados teniendo en cuenta que la ciudad tiene un déficit en espacio público.
Recomendó que, si se desean conservar las fuentes, hay que pensar en hacer alianzas o convenios con el sector privado para su sostenimiento.
La alcaldía ya ha analizado esta situación sin llegar a un final feliz. En junio de 2017, se conoció que por un contrato de 16 mil millones de pesos, la administración daría en concesión el amoblamiento urbano de la ciudad para la operación, mantenimiento y conservación de estos espacios. Sin embargo, el contrato fue descartado meses después.
Según Planeación Municipal, la falta de una política pública para el funcionamiento del espacio público es lo que no ha garantizado que estos espacios, a cargo del municipio, funcionen.
Las únicas fuentes que funcionan de manera permanente son las que se han logrado apadrinar por privados.
Reemplazarlas por parques biosaludables o jardines desérticos podría ser una buena opción, según Suárez; sin embargo, se necesita el compromiso tanto de la administración como de la comunidad en general.
Las del parque Cúcuta 300 años, desde 2014 no se ven funcionar.
Erika Ayala, arquitecta y docente de la Universidad Francisco de Paula Santander, aseguró que todo lo que relacione su funcionamiento con cuerpos de agua, requiere un mantenimiento costoso y que por estar a la intemperie se puede dañar con más facilidad.
Recomendó que en estos espacios se podrían implementar las zonas verdes, que si se compara con otras ciudades, las que se tienen en Cúcuta son pocas.
“Necesitamos espacios que generen ambientes más saludables para los ciudadanos y que sean desde un concepto paisajístico acorde con la ciudad”, dijo.
Ayala también aseguró que se deberían manejar diseños que estén enfocados a un grado de sostenibilidad más de corte natural y dejar un poco de lado el cemento, es decir, elementos que vayan acorde con las condiciones bioclimáticas. Dijo que las zonas duras lo que hacen es incrementar las temperaturas.
Sugirió apoyarse en las escuelas de arquitectura de las universidades de Norte de Santander para generar espacios útiles y agradables, tanto para la vista como para el confort térmico, que si bien es cierto que tiene un costo, es mucho menos elevado que el actual.
Por ahora, mientras la administración decide qué hacer, estas fuentes seguirán siendo resguardo de escombros, hojas y tierra en vez de agua.