Los pasillos del diario La Opinión hoy se encuentran solitarios y desolados por la partida de quien fue, durante 22 años, un periodista sin igual. Ángel Romero Berthel quien llegó de Cartagena a la Perla del Norte con la esperanza de informar de otra manera a los nortesantandereanos, falleció en Bogotá.
En los últimos días su salud había decaído y se encontraba internado en la UCI en una clínica de la capital del país.
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Don Ángel, como se le decía cariñosamente en La Opinión, nació en Cartagena de Indias, el 25 de marzo de 1949. Aunque inició su formación en el Derecho, abandonó esta carrera para dedicarse a su verdadera pasión, el periodismo.
En su recorrido como periodista, labor que empezó muy joven, fue corresponsal y jefe de redacción de El Diario del Caribe y El Universal de Cartagena; en la costa. El Tiempo de Bogotá y El País.
Además, trabajó para medios radiales como RCN, Todelar, Caracol. Fue corresponsal de la agencia de noticias Reuter e hizo parte de las primeras redacciones de Colprensa en 1981, como cofundador.
Se le recuerda por su versatilidad y tino periodístico, pues en muchas ocasiones logró revelar ‘chivas’ importantes para los colombianos como el caso de la muerte de Jaime Bateman Canyon en un accidente aéreo ocurrido cerca a Panamá, el 28 de abril de 1983.
A finales del año 2021, Romero dejó su labor diaria en La Opinión, donde fue editor de Cierre, jefe de Redacción y periodista investigativo.
Su vida siempre atada al periodismo
El veterano periodista de La Opinión iba a cumplir 74 años. Estaba casado con Isabel Pacheco y era padre de dos hijos, Karina e Isaías.
Llegó a La Opinión en marzo de 1999, luego de una larga carrera profesional, pues había trabajado en radio y prensa desde joven.
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Ángel, el hombre del "olfato periodístico" fue una persona que vivía al día en las diferentes noticias locales, nacionales e internacionales, siempre inquieto por las movidas políticas.
Fue excelente redactor que emocionaba a los lectores con sus historias curiosas, resultado del buen periodismo que hacía. Se retiró de La Opinión a finales del 2021, aunque seguía colaborando ocasional y espontáneamente con el diario.
La Opinión lamenta su fallecimiento y extiende condolencias a su familia, pues fue compañero de las diversas generaciones de periodistas que pasaron por esta casa editorial en los últimos 24 años, a quienes dejó un gran legado y muchas enseñanzas y lecciones para su quehacer periodístico.
Sus exequias tendrán lugar en la ciudad de Bogotá, mañana 20 de marzo.
Reacciones de compañeros
Ómar Romero, redactor deportivo en La Opinión, lo recuerda como “una gran persona, un gran señor, como jefe de redacción fue muy respetuoso, muy dicharachero en su forma de ser, era muy alegre y le gustaba mucho la salsa, lo cual lo compartíamos. Se le pegó además el cucuteño alegre y tomador del pelo. Decía las cosas de frente para que los periodistas aprendieran más”.
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El periodista Roberto Vargas, con quien trabajó por algunos años en La Opinión, lo calificó como “un gran ser humano y excelente periodista. Él estaba preocupado por la salud de su esposa pero de él no sabía que estuviera mal. "Ahí con los mismos achaques", me decía. Nos vimos muy frecuentemente en mi paso por La Opinión, siempre con su gran pasión por el periodismo. Escribía editoriales”.
Alejandra Buitrago, lo conoció como periodista en Colprensa en 1986, y dice que Romero tiene “sólo una imagen grande y es el de una persona muy buena gente, de un espíritu puro, de una mirada abierta y franca, de una cercanía y humana, empático, discreto, amigo leal vitalicio, tan vivo, tan vital, tan fraternal, disciplinado, trabajador, dedicado, un contador de historias, divertido, alegre. Un esposo dedicado a su esposa, padre y abuelo excepcional, enamorado de su familia”.
Raimundo Alvarado, corresponsal de la FLIP en Barranquilla, y uno de los periodistas más reconocidos en la Costa Caribe, escribió estos párrafos sobre su amigo por más de 20 años:
Íbamos por una callecita de Usaquén, en el norte histórico de Bogotá, y Angel Romero fue llamado por una pareja de gringo barbado con bella joven bilingüe para que les permitiera tomarle fotos. Simbolizaba con su atuendo a un cachaco de vestido y sombrero clásico de poeta bohemio de los que aparecen con León De Greiff.
Con su cortesía proverbial, Angel posó y acepto el ofrecimiento de las fotos tomadas que luego vimos en su celular y la conversación derivo, de las tres preocupaciones del contexto suyo del momento, a los tiempos de su vida en la capital.
Me contó más detalles después acerca de como había obtenido la primicia de la muerte de Jaime Bateman por un hecho fortuito y como hizo en la confirmación.
Estuvo esa tarde de octubre de 2022 extasiado en su plan de maestro. Siempre con el apunte atinado de una larga experiencia profesional en Cartagena, Barranquilla, Bogotá y Cucuta. Siempre con jóvenes a quien imbuir en los secretos del oficio y el respeto a los principios y valores del buen periodismo.
Angel llegó a Bogotá esa vez preocupado por la situación de su casa, dónde su misión de cuidador de su esposa era inexorable. También preocupado por el rumbo de la política en su departamento de Norte, de lo cual escribiría esa misma noche para publicar el domingo siguiente, y como multiplicar el tiempo para estar con su hija y nietos residentes en Bogotá sin apartarse del programa de actividades de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), de cuyo voluntariado hizo parte por más de 20 años. Me contó al despedirse los momentos felices con su familia en esos días.
Nuestras afinidades fueron por ser ambos del Caribe, por haber pertenecido a las nóminas de El Tiempo en épocas diferentes y por compartir el deseo de estar juntos en los encuentros anuales. Cuando el no estuvo, siempre sentí el vacío. Nos sepabaramos en varios momentos del grupo para hablar de nuestras vidas y experiencias. Me sentía bien escucharle.
Hablaba con profundo amor de su familia y creo que el mayor motivo de dolor y tristeza en su fase final puede ser la vida sin el de su esposa. No la conocí pero me entristece su soledad.
En la FLIP Angel era el sabio que solo decía cosas sensatas de experto analista de los acontecimientos. Se refería con respeto y cariño a sus jefes en Cucuta. Tenía la ilusión de apartarse a un ambiente como en Sabanalarga (Atlantico).
Pero no pudo ser.
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