En los años 50 del siglo XX Colombia había entrado con turbulencia en la órbita de la violencia política y esta situación afectó seriamente la libertad de expresión. Los medios de información fueron sometidos a estricta censura y los escritos de inconformidad o de críticas al gobierno tenían tachaduras de prohibición y sus autores eran estigmatizados con la acusación de atentar contra el orden público. Bajo tales condiciones prevalecía la mordaza y la libertad de prensa purgaba el ostracismo impuesto por el régimen que era hegemónicamente conservador. La censura era un látigo a la orden del día, sin atenuantes.
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Para esa época ya estaba en el escenario político Virgilio Barco Vargas, pero los riesgos que corría su vida lo llevaron a salir de Colombia. Permaneció en Estados Unidos hasta cuando cambiaron las condiciones de turbulencia en el país mediante el acuerdo bipartidista de liberales y conservadores, conocido como Frente Nacional. Se había puesto fin a la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla y la hegemonía ejercida años atrás por el Partido Conservador se replegaba, con una relativa pausa de la violencia. Se entraba en una nueva etapa, con el restablecimiento de algunas garantías, como expresión de la democracia.
Barco vuelve a Colombia a finales de los años 50 y está nuevamente activo en la política. Entonces en Norte Santander circula Diario de la Frontera como periódico de primera línea. Era conservador, bajo la dirección de Luis Parra Bolívar.
En el reencuentro de Virgilio Barco en Cúcuta con sus viejos amigos se analizó el cambio de rumbo del país y las posibilidades derivadas de esa circunstancia. Y a ese enfoque se le agregó el tema fundamental de la divulgación que requerían las nuevas responsabilidades. Allí surge la iniciativa de contar con un medio y se llega a la conclusión de La Opinión. Ese proyecto congrega a Barco, Eustorgio Colmenares Baptista, Alirio Sánchez Mendoza y Eduardo Silva Carradine. No hay tiempo que perder y se entra a trabajar en la construcción del proyecto tomando en cuenta su costo y la financiación. Barco se entusiasma lo suficiente y estimula a sus amigos. Día tras día se reúnen para concretar las tareas y avanzar hacia la meta propuesta.
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Ya en Bogotá yo tenía información sobre Barco pero no había tenido la oportunidad de un contacto personal con él. Este se dio en abril de 1958, en la casa de los Gaitán Durán. Allí tuvo lugar el encuentro para hablar exclusivamente del proyecto de La Opinión. Escuché a Barco por más de una hora. Expuso todo lo que quería que fuera La Opinión. Un periódico con información adecuada a la región. Con amplitud en temas de opinión y veracidad en la información. Me interesó la concepción que se tenía del periódico y acepté el ofrecimiento de la jefatura de redacción.
Finalmente el 31 de mayo de 1958 despegó La Opinión como semanario. Es el producto de un trabajo común del grupo de sus gestores, del cual hizo parte Virgilio Barco.
Pero la relación de Barco con La Opinión no termina con su aparición. A pesar de dedicación a la política y luego a desempeños de gobierno mantiene permanente comunicación para saber los desarrollos del periódico. Además, sugiere temas de investigación, propone diseños y ayuda en la promoción de recursos de sostenimiento. Para él La Opinión fue su periódico. Nunca lo perdió de vista y siempre que vino a Cúcuta llegaba a las instalaciones a conversar con sus amigos Eustorgio Colmenares Baptista, Alirio Sánchez Mendoza, Eustorgio Colmenares y el personal de redacción y de administración. Porque, además, sentía respeto por la función del periodista y lo decía en sus conversaciones.
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