La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Cultura
Descubre el fenómeno ‘Keeping 13’, el libro más comentado en TikTok
La secuela de ‘Binding 13’, el romance deportivo que ha encandilado a TikTok: enamórate de
nuevo de Johnny Kavanagh y descubre el emocionante desenlace de la historia de Shannon.
Authored by
Image
Colprensa
Colprensa
Lunes, 30 de Diciembre de 2024

Enamorarse es solo el comienzo, pero lo que viene después pone a prueba hasta el más fuerte de los corazones. Johnny Kavanagh, una estrella del deporte que enfrenta la incertidumbre tras una lesión devastadora, y Shannon Lynch, una joven marcada por un pasado lleno de sombras, protagonizan una historia en la que el amor intenta abrirse paso en medio de los desafíos más complejos.

Johnny, perdido y vulnerable, encuentra en la enigmática Shannon un motivo para seguir adelante, mientras ella, atrapada entre secretos y responsabilidades, lucha por proteger a su familia y mantener a raya los fantasmas que la acechan. Sin embargo, la conexión entre ambos pondrá a prueba las barreras que han construido para sobrevivir.


Lea: Han Kang desnuda la memoria en su nueva novela llena de misterio


Secretos del pasado, miedos del presente y un amor que se enfrenta a lo imposible: ¿podrán Johnny y Shannon superar las adversidades que los rodean?

Lea un fragmento de Keeping 13 (Los chicos de Tommen 2), una cautivadora historia de Chloe Walsh que combina pasión, dolor y esperanza, disponible en las librerías con el sello Montena.

Fragmento

Shannon
—Decídete, mamá —dijo Joey—. ¿Él o nosotros?

Entumecida hasta los huesos, me quedé sentada en la desvencijada silla de la mesa de la cocina, con un paño pegado a la mejilla, y contuve la respiración por dos razones.

Primero, mi padre estaba a un metro de mí, y ese conocimiento en particular me anulaba por completo.

Segundo, me dolía respirar.

Dejé caer el paño, que estaba empapado de sangre, sobre la mesa y me giré para intentar apoyarme de lado contra el respaldo de la silla, solo para gemir cuando me atravesó una oleada de dolor.

Me sentía como si me hubieran rociado con gasolina y me hubiesen prendido fuego.

Me ardía cada centímetro del cuerpo, que se desgañitaba cada vez que respiraba demasiado hondo.

Comprendí que la cosa no iba bien. Algo iba muy muy mal y, aun así, me quedé exactamente donde estaba, exactamente donde Joey me había dejado, sin la más mínima fuerza dentro de mí.

«Esto es grave».

«Esto es realmente grave, Shannon».

Apenas podía soportar los sollozos y moqueos de mis hermanos pequeños, apiñados detrás de Joey.

Sin embargo, no podía mirarlos.


Conozca: La biografía de Simón Bolívar que desvela al héroe y al ser humano


Si lo hacía, sabía que me rompería.

En cambio, centré mi atención en Joey, sacando fuerzas de su valentía mientras él miraba a nuestros padres exhortante.

Mientras trataba de salvarnos de una vida de la que ninguno de nosotros escaparía.

—Joey, si te calmas un momento… —comenzó a decir mi madre, pero mi hermano no la dejó terminar.

Hecho una furia, Joey estalló como un volcán allí mismo, en medio de nuestra destartalada cocina.

—¡No te atrevas a venirme con palabrería! —Señalando a nuestra madre acusadoramente, gruñó—:

Haz lo correcto por una vez en tu puta vida y échalo.

Podía escuchar la desesperación en su voz, las últimas chispas de su fe en ella desvaneciéndose rápidamente, mientras le imploraba.

Mi madre se limitó a quedarse en el suelo de la cocina, paseando la mirada entre cada uno de nosotros, pero sin acercarse lo más mínimo.

No, se quedó exactamente donde estaba.

Al lado de mi padre.

Sabía que le tenía miedo, entendía lo que era sentirse petrificada por el hombre en nuestra cocina, pero ella era la adulta. Se suponía que ella era la adulta, la madre, la protectora, no el chico de dieciocho años sobre cuyos hombros había recaído ese papel.

—Joey —susurró ella, con una mirada suplicante—. ¿No podríamos simplemente…?

—Él o nosotros —repitió mi hermano, la misma pregunta una y otra vez, en un tono cada vez más frío

—. ¿Él o nosotros, mamá?

Él o nosotros.

Tres palabras que deberían haber tenido más significado e importancia que cualquier otra pregunta que hubiese escuchado jamás. El problema era que sabía bien que respondiera lo que respondiese, cualquier mentira que se dijera a sí misma, y a nosotros, el resultado final sería el mismo.

Siempre era lo mismo.


Entérese: Evolución, errores y aciertos: la compleja historia de la humanidad


Creo que en ese momento mis hermanos también se dieron cuenta de eso.

Joey sin duda.

Parecía muy decepcionado consigo mismo allí de pie frente a nuestra madre, esperando una respuesta que no significaría nada, porque las acciones hablaban más que las palabras y ella era un títere cuyas cuerdas controlaba nuestro padre.

No podía tomar una decisión.

No sin su permiso primero.

Sabía que aunque mis hermanos menores estaban rezando por que se solucionara aquello, esto iba a ser un desengaño.

Nada cambiaría.

No se arreglaría nada.

Sacarían el botiquín, fregarían la sangre, se secarían las lágrimas, se inventarían la historia para encubrirlo, nuestro padre desaparecería durante un par de días y luego todo volvería a la normalidad.

Una promesa en boca es una promesa rota, ese era el lema de la familia Lynch.

Estábamos todos atados a esta casa como un gran roble a sus raíces. No había escapatoria. No hasta que todos cumpliéramos la mayoría de edad y nos largáramos.

Demasiado agotada para pensar en ello, me desplomé en la silla, absorbiendo todo y nada en absoluto. Era casi como ser condenada a prisión sin libertad condicional.

Me incliné hacia delante, me abracé las costillas y esperé a que terminara. La adrenalina en mi interior se estaba disipando con rapidez para ser reemplazada por más dolor del que podía soportar estando consciente. El sabor de la sangre en mi boca era sofocante e intenso, y la falta de aire en los pulmones me hacía sentir aturdida y mareada. Sentía las yemas de los dedos entre entumecidas y hormigueantes.

Me dolía todo y ya no podía más.

Estaba completamente harta del dolor y la mierda.

No quería esta vida que me había tocado.

No quería esta familia.

No quería esta ciudad ni sus gentes.

No quería nada de esto.

—Quiero que sepas algo —soltó Joey finalmente cuando mi madre no respondió. Su tono era frío como hielo cuando escupió el veneno que sabía lo consumía por dentro y necesitaba arrancarse de lo más profundo de su destrozado corazón. Lo sabía porque yo me sentía igual—. 

Quiero que sepas que en este momento te odio más de lo que nunca lo he odiado a él. —Temblaba de los pies a la cabeza, con los puños apretados a los lados—. Quiero que sepas que ya no eres mi madre, aunque tampoco es que haya tenido ninguna jamás —apuntó, y apretó la mandíbula, esforzándose por contener el dolor en su interior. El orgullo no le permitía mostrar emoción alguna frente a esas personas—. 

A partir de ahora, estás muerta para mí. Tú te gestionas tu mierda. La próxima vez que te pegue no estaré aquí para protegerte. La próxima vez que se gaste todo el dinero en priva y no puedas alimentar a los niños o pagar la luz, encuentra otro gilipollas a quien sacarle pasta. 

La próxima vez que te tire por las escaleras o te rompa un puto brazo en uno de sus rebotes de borracho, me haré el loco como tú lo has hecho aquí mismo, en esta cocina. A partir de hoy, no estaré aquí para protegerte de él, al igual que tú no has estado aquí para protegernos a nosotros.

Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en  https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion

Temas del Día