“Cúcuta representa una nostalgia de lo que fue, tiene un pasado tremendamente instructivo de la economía agroindustrial, cafetera, de recursos naturales primarios, de cerámica colombiana, de industria de alimentos”, con estas palabras el exembajador de Colombia en Turquía e India, Juan Alfredo Pinto Saavedra, describió lo que hoy le significa la capital de Norte de Santander.

Su faceta como escritor lo trajo a la ciudad hace unos días, bajo el auspicio de la Cámara de Comercio de Cúcuta y la Fundación Cultural El Cinco a las Cinco, para presentar su más reciente libro ‘El laberinto de la dificultad’, aunque el economista afirmó que ya había venido “unas 150 veces”.

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El también exviceministro de Industria, Comercio y Turismo y expresidente ejecutivo de la Asociación Colombiana de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (Acopi) conversó con La Opinión sobre cómo se debe mirar a Cúcuta y algunos temas nacionales, basado en su experiencia como diplomático de esos dos países y con acreditación en Georgia, Irán y Paquistán, Bangladesh, Bután, Indonesia, Nepal y Sri Lanka.

¿Qué necesita Cúcuta para avanzar?

Necesita una mirada que no caiga en la miopía fronteriza. Es que la frontera produce visión macroscópica sobre el mundo, pero también produce una línea cautivante de visión microscópica. Estoy muy de acuerdo con la reapertura de la frontera, porque es un paso adelante, la cerradura no nos dio nada fuera de dolor. Pero falta hacer mucho más, hay que darles mucho más protagonismo a los actores locales.

Me aterra que Cúcuta no tenga las miradas a las otras regiones del mundo. Por qué no mira a Asia. Están al lado nuestro todas las expresiones occidentales de lo indio y no las tocamos: Trinidad y Tobago, donde tendríamos la mejor opción de bilingüismo para el pueblo cucuteño y nortesantandereano. Cúcuta necesita también una oficina de promoción de inversiones que trabaje sistemáticamente en la región para el mundo.

¿A dónde debe apuntar esta frontera, según su experiencia en otros países?

Me gusta mucho la proyección hacia Asia y el relacionamiento con Australia, con la colonia de la diáspora india en Estados Unidos. Fronteras que han tenido fricción, que han sido, incluso, escenarios de conflictos; complejas, pero tremendamente vivas y dinámicas, las encontramos en muchos territorios de Eurasia, por ejemplo Georgia, las fronteras turcas, del medio oriente, norafricanas y centroasiáticas.

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¿Qué opina de la reforma laboral?

Sin duda debe ser analizada en ese contexto muy fríamente, porque no estamos como hace 10 años, cuando se produjeron reformas que pudieron conculcar algunos espacios para los trabajadores. Pero, si mecánicamente se pretende restituir temas laborales, cuando estamos en teletrabajo y flexibilización del manejo productivo, con cuotas de informalidad muy altas en las pequeñas y medianas empresas, pues estamos obligados a recoger todo eso.

¿Qué propone usted?

Tomar la experiencia española de su última reforma laboral, en donde hubo grandes discusiones y mucha polarización. El gobierno decidió una concertación rápida de los trabajadores y empresarios, en el caso de Colombia podría haber además una representación del sector microempresarial, en donde se pusieron de acuerdo en una reforma laboral.

¿Por qué es positiva la política de reindustrialización del Gobierno?

Porque no la teníamos desde hace 20 años. Un país de 50 millones de habitantes no se puede sostener sin la base productiva que se articule con el comercio internacional. Porque tiene cuatro sectores estratégicos: el agroindustrial, el de la salud, el de la seguridad y defensa entendida globalmente y transición energética; además, de otros impactos y acuerdos territoriales en las minicadenas productivas.

¿Cómo avanzar en la transición energética sin poner en riesgo el aparato productivo?

Entendiendo que del cuero salen las correas, que precisamente de nuestros hidrocarburos podemos tener el capital para manejar los procesos de transición, porque estos no se dan sino en armonía con la seguridad energética. El país tiene que tener energía para avanzar y tiene que ir limpiando esa energía.

¿Qué opina del Gustavo Petro economista?

Tiene una formación económica a veces muy referida a lo que keynesiano, pero a mí me gusta un neokeynesianismo que haga sintonía con las tendencias a la sostenibilidad y al desarrollo de múltiples tecnologías que cambian hoy el circuito de la producción y del trabajo. Tenemos un presidente que sabe, cómo me gustaría que hablara más de economía sin producir a veces tanta fricción declarativa.

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¿Y del Petro presidente?

Tiene cosas que hay que reivindicar, que la oposición descalifica de manera casi que instintiva. Hay logros importantes que usted ha mencionado: la política industrialización, el reconocimiento de la economía popular, la política de ir por lo agrario a distribuir el territorio y entregar tierra a los campesinos, la política que mira multidireccionalmente en nuestra proyección internacional y el énfasis en la sostenibilidad.

El país necesitaba cambios que son impostergables. El problema es que para cambiar no necesitamos tanta fricción; necesitamos a veces, como me lo dijo un monje budista entrando a un monasterio en Myanmar: por qué no prueba tratar de estar una tercera parte del día callado y va a ver cómo se tornan productivas las otras dos terceras partes.

El libro

15 relatos cortos tiene el nuevo libro de Juan Alfredo Pinto, ‘El laberinto de la dificultad’, uno de ellos inspirado en Norte de Santander.

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