Bienvenido papa Francisco. Llega al país en un momento histórico, marcado por la reconciliación y el deseo de muchísimos colombianos de ver materializada esa paz que nos ha sido tan esquiva desde hace más de medio siglo.
Su llegada ha servido para que el Gobierno Nacional, en un gesto de profunda generosidad, decidiera firmar un cese al fuego bilateral con la guerrilla del Eln, la cual, para ser francos, no ha dado muchas muestras de buena voluntad: ha seguido secuestrando y hace apenas unas semanas voló nuevamente un tubo del oleoducto Caño Limón Coveñas en El Carmen, dejando sin agua a toda una comunidad y generando un desastre natural sin precedentes.
Sin embargo, al menos en esta esquina de Colombia, la gente ha recibido con alivio la noticia, pues quienes padecen a diario la guerra en su propia piel, podrán, por primera vez en décadas, descansar del accionar de este grupo que los ha tenido sometidos.
Como si esto fuera poco para un país que ha vivido en guerra casi desde que tiene memoria, un día antes de su llegada, el máximo líder del Clan del Golfo -otro grupo armado organizado-, envió un mensaje al presidente Santos expresando su voluntad de someterse a la justicia, y así poner fin a un baño de sangre, que ha dejado además, insuperables secuelas ambientales.
Que Otoniel, el jefe supremo de esta organización haya tenido este gesto, también se relaciona de alguna manera con el sentimiento de fe que embarga al país por su visita.
Todo esto para decirle, papa Francisco, que somos una nación que más que merecer su presencia, la necesita.
Quizás usted no lo sepa, pero estamos atravesando un momento difícil, en el que el escepticismo por el futuro embarga a viejas y nuevas generaciones.
Los escándalos de corrupción y el descrédito de la clase política y dirigente está llegando al límite y ha colmado la paciencia de la ciudadanía, que desorientada, se convence de que no hay salida. Nos cuesta a todos creer que hay futuro. Muchos creen que somos un país sin alternativa.
Pero usted, un hombre de profunda fe y esperanza, sabe bien del potencial de una sociedad que está dando los pasos para superar su pasado, en el que se cuentan más de 220 mil muertos y unos 6 millones de desplazados.
Por eso su mensaje como peregrino de fe y esperanza es clave para este país, para aquellos líderes políticos cada vez más polarizados y sobre todo, para las nuevas generaciones que ven en usted una esperanza de cambio.
Con su ejemplo de austeridad y sencillez, y con la claridad de sus mensajes, ha logrado conquistar la atención de muchos jóvenes. Es usted el tercer papa que visita este país en toda su historia. Y no puede llegar en un mejor momento. Su visita es trascendental, justamente por la inmensa necesidad que tenemos de creer, de llenarnos de esperanza, de dar, como usted bien lo ha dicho, ‘el primer paso’ para reconciliarnos.
Su peregrinación por cuatro ciudades de Colombia nos dará muestras del profundo amor que siente por los más necesitados y será un estímulo para seguir luchado contra la pobreza.
Su visita y su mensaje son para el pueblo, y como pueblo tenemos mucho que perdonar, tenemos que entender que la reconciliación empieza por lo más pequeño y un ejemplo como el suyo será como un bálsamo para esta sociedad que hoy más que nunca, está tratando de reinventarse.