En Norte de Santander y Cúcuta han ocurrido hechos tan curiosos como para un libro sobre asuntos que van en contravía de la realidad y que perturban la vida de los ciudadanos que pagan sus impuestos y esperan poder contar la vialidad adecuada.
Este caso se relaciona en concreto con el intercambiador Benito Hernández Bustos, al sur de la ciudad, cuyo proyecto de contar con una infraestructura adicional para facilitar el tráfico vehicular, se quedó a medias.
Situaciones de esta naturaleza no deberían permitirse tanto por los organismos de control como por las veedurías y las interventorías de las obras y, en cambio, ser motivo de un fuerte cuestionamiento social a las autoridades y a los propios contratistas. No es que se haya perdido la plata. No es que la estructura esté a punto de desplomarse o de fracturarse ni nada por el estilo. ¿Pero cuál es la razón para que desde un principio no se desarrolle en su totalidad una obra de esa magnitud?
Bien es sabido que un puente sin las ‘orejas’ o puntos de acceso y salida para su conexión con otras vías o sectores de amplio tráfico puede terminar convertido en un obstáculo más y en un ‘paño de aguas tibias’ de alto costo, si hablamos desde el punto de vista económico.
Aquella falta evidente de planeación, en la que al parecer el interés del político sobre la proyección de los técnicos y urbanistas, y llegar a entregar ‘rápido’ esa obra para quedar bien con la gente, termina siendo una vana ilusión que se diluye horas después, como nos pasó con este puente sobre el río Pamplonita, en la zona de San Rafael.
El departamento debe reclamar, a partir de ahora, que exóticas situaciones como la que la realidad nos puso en el camino, no vuelvan a repetirse y que los planes de obras públicas queden financiados en su totalidad, sin las carreras de última hora, y con el apoyo previo financiero previo de la región, porque la comunidad no puede seguir siendo espectadora de espectáculos como estos.
Hoy, por fin, ya al cruzar por el Benito Hernández Bustos los automovilistas observan la conexión que permite llegar desde la redoma de Pinar del Río a la avenida Los Libertadores y la oreja de unión a la vía que comunica a la Brigada 30 con Los Patios. Esto fue lo que no hicieron y en su momento no se ha debido recibir así. Ahora se está completando la obra, varios años después, aunque aún no la entregan.
En este momento falta la iluminación y que por su instalación todavía habrá que esperar hasta, por lo menos, a mediados del mes entrante para la puesta en funcionamiento de aquellos anhelados conectores que costaron $9.000 millones, aportados a partes iguales por la Alcaldía, la Gobernación y el Instituto Nacional de Vías.
Lo importante es que se den prisa con lo que hace falta, porque hay un dato en la línea del tiempo que se debe tener presente, y es que la construcción de estas obras complementarias estaban han sido reclamadas por la comunidad cucuteña desde el mismo día de la inauguración del puente, el 27 de diciembre de 2018.
En el proyecto de la segunda calzada del puente Benito Hernández, que consistió en una estructura elevada, tipo viaducto, con longitud de 425 metros, compuesta de cuatro carriles de circulación y un andén peatonal, se invirtieron en aquella oportunidad $11.900 millones.
Pero, al menos, ya estamos muy cerca de tener completa su funcionalidad, después de cuatro años de espera.
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