Por las calles de Cúcuta transitan, en promedio, 250.000 carros y 180.000 motocicletas que se encuentran matriculados, dentro de una movilidad que está llena de inconvenientes. Lo peor del asunto es que en estos instantes no hay quien ejerza control ni haga valer la autoridad en las vías de la ciudad, porque todavía falta por activarse el convenio de tránsito con la Policía Metropolitana.
Es urgente acelerar los procedimientos jurídicos y presupuestales para que se restablezca esta operatividad en la que participan unos 65 efectivos policiales para atender las necesidades del servicio en la regulación del tráfico automotor.
Ya habrá el momento preciso para señalar responsabilidades políticas por esta demora, pero lo cierto es que la ciudad necesita una respuesta de la nueva administración con la entrada en vigencia nuevamente del convenio, que venció el 31 de diciembre del año pasado.
Como no se dejó habilitado por parte del pasado gobierno municipal, los trámites se han vuelto igual de complicados y extenuantes que los trancones que se forman en las calles de la ciudad, con la advertencia de que sería hasta marzo cuando sea puesto nuevamente en marcha.
Lo cierto es que hay que dejarlo dotado de los recursos económicos suficientes y aprovechar para que los agentes en esta nueva fase ayuden a la descongestión vehicular, que es una de las cuestiones que más fastidio generan.
Es decir, que así como desarrollan los operativos para exigir documentos y que los vehículos cumplan con reglas básicas, igualmente hagan esa función de dirigir en cualquier momento, especialmente en horas pico, el tráfico automotor en lugares neurálgicos.
Eso es necesario incluirlo, porque las congestiones viales requieren que una parte de los policías de Tránsito estén dispuestos para superar ese problema.
El otro lugar en que deben estar a la hora de entrada y salida, es en numerosos colegios de Cúcuta, puesto que también son puntos que ocasionan dificultades a la movilidad.
La otra labor obligatoria, mientras se analizan tal vez los cepos, es que las unidades de Policía de Tránsito hagan constantes patrullajes en las vías y sectores donde ya se sabe que el mal parqueo se volvió endémico.
El fortalecimiento de las tareas de operatividad resultan necesarias, porque de esa forma se podrá ir ordenando el tránsito vehicular, inducir al respeto de las señales de tránsito y lograr, en parte, la anhelada recuperación de la autoridad en las calles de la capital de Norte de Santander.
Paralelo a esto hay que emprender una muy intensa campaña de civismo ciudadano y de pedagogía a los infractores, asuntos en los cuales la ciudad registra una grave falencia, que se hace visible con motocicletas pasando los semáforos en rojo o en contravía, carros estacionados en avenidas principales o en los andenes, por ejemplo.
Hay mucha tela de donde cortar. La cultura ciudadana es necesario inculcarla, defenderla y convertirla en una parte natural del comportamiento de los habitantes, puesto que muchos de los comportamientos conducen a ayudar a que el caos impere y solamente se necesita el cambio en la forma de comportarse con la ciudad para que esta tenga mejoras sustanciales en aspectos como el tránsito, el manejo de la basura o el cuidado del mobiliario urbano.
Luego la operatividad, la autoridad y la cultura ciudadana deben converger hacia una Cúcuta cívica y resiliente.
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