Lo que mal empieza mal acaba, es el dicho popular que cae como anillo al dedo al problema de inseguridad en Cúcuta, que tiene a un 2024 lleno de hechos violentos, por doquier.
El año comenzó con 37 homicidios en los dos primeros meses, para comenzar desde ahí una carrera que nos ha llevado a tener hasta una masacre frente a un colegio, producto del gravísimo y no contenido narcotráfico y el testaferrato.
Debemos insistir hasta el cansancio en que se debe desbaratar esa especie de ‘paraíso del lavado de dólares de la mafia’ como se comprobara en la investigación por ese delito contra un banco de Estados Unidos, en cuya ruta del blanqueo de dinero estuvo Cúcuta, con 150 millones de dólares.
Esa es una cuestión que requiere de una gran operación, porque en últimas ese dinero del narco termina siendo un combustible alimentador de la inseguridad. Como está la situación en la capital de Norte de Santander, donde nos levantamos y acostamos con asesinatos de toda índole, no sería de extrañar que siguiéramos en ese listado de las ciudades más violentas del mundo.
Porque miren no más lo ocurrido en el primer día de diciembre que empezó con un doble homicidio en el barrio San Rafael, como un indicativo de que la racha de homicidios no cesa. Los sicarios –y sicarias– andan por ahí hasta con fusiles y pistolas con silenciador, como si la ciudad colombiana más importante en la frontera con Venezuela fuera un territorio de nadie.
Al entrar en el último mes, los ciudadanos, más que balances y explicaciones, lo que esperan son planes de las autoridades competentes para derribar el castillo del multicrimen.
En la Secretaría de Seguridad Ciudadana, por ejemplo, tendrán que replantear las estrategias activadas en estos primeros doce meses de mandato de la administración municipal, porque los hechos delictivos sucedidos en las calles y veredas lanzan señales de que todo se ha quedado corto y que falta una real política pública en ese campo tan importante de la vida diaria.
Ahí está no más el hecho de que la extorsión subió de nivel y se cotiza en dólares o la cantidad de bandas de todos los tamaños y hasta con tentáculos internacionales, muchas de ellas, que han transformado a Cúcuta en disputa y de manejo de las economías ilegales.
Debería pensarse desde el Palacio Municipal en la opción de un cambio en los métodos trazados, porque hoy la consideración ciudadana generalizada es que nada ha mejorado y la seguridad ciudadana sigue maltrecha, en tanto que los consejos de seguridad o los PMU siguen siendo vistos como poco efectivos.
Ese multicrimen transnacional, la guerrilla del Eln, la disidencia de las Farc y al Clan del Golfo se les combate es con estrategias de la más alta potencialidad, operatividad y aplicación de la justicia, al frente de la cual tienen que estar el Ministerio de Defensa, el Ejército, la Policía, la Fiscalía y todo el aparato judicial, al igual que la institucionalidad para llevar soluciones a diversos problemas sociales y económicos. Solo nos resta esperar que haya conciencia del Estado para venir a rescatar a la ciudad y que 2025 empiece bien para que termine bien, muy al contrario de este inseguro 2024.
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