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Editorial
El país de los sueños de Petro y la cruda realidad
La visión de Petro, aunque inspiradora en teoría, debe enfrentarse con la realidad de un país que clama por un liderazgo responsable y comprometido con el bienestar de todos sus ciudadanos.
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Domingo, 21 de Julio de 2024

El 20 de julio de 2024, durante la instalación del Congreso, el presidente Gustavo Petro presentó una visión idealista para Colombia, delineando un futuro donde el país se erige como una “Potencia Mundial de la Vida”.

En su discurso, Petro defendió vehementemente su gestión, destacando logros en la reducción de la pobreza, la transición energética y la mejora de la seguridad gracias a los acuerdos de paz con el ELN.

Con cierto cinismo, Petro comenzó su intervención pidiendo perdón por el escándalo de la Unidad de Gestión del Riesgo de Desastres (UGRD), echando toda la culpa a Olmedo López. Este acto recuerda su desafortunada declaración sobre su hijo Nicolás, al afirmar: “no lo crié” cuando se le acusó de corrupción.

Estos gestos de deslindarse de las responsabilidades no solo generan desconfianza sino que también muestran una preocupante tendencia a evadir la rendición de cuentas. Petro pintó un país que se aleja de la realidad cotidiana de millones de colombianos.

Afirmó que su administración ha vencido la inflación y que el país está en camino de superar los desafíos económicos y sociales, presentando cifras que, según él, demuestran una mejora significativa en los índices de pobreza y desarrollo rural. Sin embargo, la realidad es más sombría.

Las políticas de transición energética de Petro, aunque bien intencionadas, son criticadas por su falta de viabilidad técnica y económica.

El costo de implementar energías renovables en las regiones más pobres del país es exorbitante y no se han presentado planes claros sobre cómo financiar estas iniciativas sin endeudar aún más al Estado. Además, Petro destacó los avances en la reforma agraria, mencionando que en su gobierno se han transferido más tierras a campesinos que en administraciones anteriores.

Sin embargo, estas afirmaciones contrastan con los reportes de abuso de poder y el uso indebido de recursos estatales que han marcado su gestión.

 La falta de eficiencia en la ejecución presupuestal y la caída en el recaudo de impuestos evidencian que las políticas del gobierno del “cambio” no han logrado los resultados esperados.

En su réplica, el senador Miguel Uribe Turbay criticó duramente la gestión de Petro, señalando la ineficiencia y falta de seriedad en su administración. Uribe resaltó el contraste entre la utopía presentada por Petro y la dura realidad del país, cuestionando la dedicación del presidente al mencionar que se levanta después de las 9:00 de la mañana, en un país donde millones deben madrugar para sobrevivir.

Y aquí también aparece el pasaje de la polarización cuando el presidente le lanzó dardos a Cúcuta, diciendo que pese a que fue donde más se votó contra él, la ciudad registró una gran caída de los niveles de pobreza monetaria durante su primer año de gobierno, declaración que generó sinsabor y malestar en la región por ese maltrato presidencial.

Este contraste entre el discurso de Petro y la realidad evidencia una desconexión preocupante. Mientras el presidente sueña con un país renovado y justo, el día a día muestra una administración plagada de escándalos y promesas incumplidas. Los colombianos necesitan soluciones concretas y acciones efectivas que transformen las promesas en hechos palpables.

La visión de Petro, aunque inspiradora en teoría, debe enfrentarse con la realidad de un país que clama por un liderazgo responsable y comprometido con el bienestar de todos sus ciudadanos.


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