Que la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (Eln) diga ahora que entre sus planes no está firmar la paz con el gobierno del presidente Gustavo Petro, envía varios mensajes que descepcionan, preocupan y causan mayor zozobra.
La incertidumbre se apodera una vez más de Norte de Santander, Arauca, Chocó y otros departamentos en que se ha hecho fuerte ese grupo armado organizado, que además hace presencia en Venezuela, donde tiene su retaguardia.
Es de la mayor gravedad lo dicho por Pablo Beltrán, jefe negociador de esa organización ilegal, en el sentido de que “la meta inmediata es avanzar lo máximo posible hasta 2026, cuando concluya el presente gobierno, y dejar este proceso lo más consolidado posible para que futuros gobiernos lo retomen y le den continuidad”.
Para los habitantes del Catatumbo y el área metropolitana de Cúcuta que han sufrido en carne propia las acciones armadas, los hostigamientos, extorsiones, desplazamientos, secuestros y confinamientos ese anuncio constituye una amenaza de que el terrorismo los seguirá atacando en cualquier barrio, vereda, corregimiento o municipio.
Es decir, esto significa que el grupo alzado en armas de tendencia guevarista no tiene una verdadera voluntad de paz y que su lucha no busca las reivindicaciones sociales y políticas para la población como lo pregona, sino simplemente aprovechar las negociaciones y los ceses del fuego para fortalecerse militar y territorialmente.
La región nororiental del país -por ejemplo- esperaría que en el nuevo intento que se va hacer de seguir adelante con los diáalogos, se le exija una explicación al Eln sobre la consideración señalada por Beltrán.
Lo anterior es necesario porque entonces las conversaciones que se continúen corren el riesgo de quedar ‘infectadas’ por la dilatación de los compromisos por parte de la organización guerrillera y convertirse en una ruta para que sus frentes crezcan y la influencia violenta sobre los territorios se profundice.
Lógicamente esa no es la filosofía de la ‘Paz Total’ que recibe un nuevo golpe demoledor con esta posición asumida por el Eln que no se justifica en un país que de nuevo está sofocado por altos índices de violencia urbana y rural.
La otra precisión que esperan los colombianos es saber si el desalentador anuncio del jefe guerrillero es producto de la falta de cohesión entre el Comando Central del Eln y estructuras en las diferentes zonas del país, el cual es un problema que se ha vuelto más recurrente.
Al presidente Gustavo Petro le corresponde exigirle a esa organización subversiva que diga claramente, de una vez por todas si esa es su posición monolítica, y proceder a decidir si sigue o no con una mesa de negociaciones que puede volverse ‘eternamente prolongada y sin nada concreto que decidir’, con graves efectos para el país.
Ha llegado el momento de las definiciones frente a una dilatoria guerrilla del Eln, porque ¿de qué sirve hablar, hablar y hablar si el grupo subversivo quiere es que “futuros gobiernos retomen” el proceso de conversaciones después del 2026?
Frente a esta nueva crisis del proceso con el Eln, el Gobierno nacional tiene que ser muy claro de que la paz sin seguridad no es el camino y de que la Fuerza Pública fortalecerá la ofensiva militar contra ese grupo alzado en armas en todos los rincones del país.
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