Una información de La Opinión relacionada con el alto costo de los servicios públicos y del impuesto predial que se han convertido en agentes generadores del desplazamiento urbano de familias, en Cúcuta, demuestra que la pobreza oculta está cobrando cada vez mayor fuerza en la ciudad.
Este fenómeno afecta a personas de los estratos tres, cuatro y cinco, quienes aunque cuentan con bienes no tienen las fuentes que les generen los ingresos suficientes para sostenerse y así poder suplir lo que necesitan. Es decir, son lugares de clase media y alta con ‘necesidades insatisfechas’ entre muchos de sus habitantes.
O sea, se trata de grupos que aunque residen en barrios como Los Pinos, Quinta Bosch, Quinta Oriental, Ceiba II y Popular, han optado por salir de ellos hacia sectores de estratos más bajos en los cuales no se sientan asfixiados económicamente y así poder sobrellevar el día a día.
Cuestiones relacionadas con el desempleo, el recrudecimiento de la falta de oportunidades, el deterioro de las condiciones económicas y el incremento de los gastos forman ese caldo de cultivo del fenómeno que golpea a la clase media.
En buena parte de los casos son dueños de casas o apartamentos en sitios de un alto perfil socioeconómico que resultan siendo impactados por una especie de ‘exclusión’ de los programas sociales, porque técnicamente no encajan pero en la realidad son asediados por el hambre y los problemas financieros.
Ellos, en un momento tuvieron un fuerte poder adquisitivo que les permitía contar con un alto nivel de compra y de productos sin pasar angustias para terminar el mes o pagar debidamente las facturas de servicios públicos, viajar y tener la posibilidad de hacer gastos en esparcimiento y buen uso del tiempo, escenario que luego desapereció para verse inmersos en las dificultades propias de la pobreza.
Y como lo informara en su momento este medio de comunicación, que opten por cambiarse hacia barrios de menor estrato y que sus viviendas las pongan en arriendo o en venta al no encontrar otra salida, indica que el fenómeno sigue cobrando fuerza.
Varios aspectos se encierran en torno a este asunto.Uno, que la Alcaldía de Cúcuta debería hacer una alianza con Prosperidad Social para que a la pobreza oculta tambiém tenga un tratamiento con apoyo del Estado con ayudas, por ejemplo, para el emprendimiento o de planes de empleo específico hacia las familias que las padecen.
En segundo término, como muchos de los afectados no reconocen públicamente esta condición, adelantar una especie de sondeo socioeconómico en los barrios identificados y entre las personas que salieron de ellos, para focalizar esta población y enmarcarla dentro de las políticas públicas.
En tercer lugar hay que tener presente el asunto de las tarifas de los servicios públicos, puesto que no solo se han vuelto en generadoras de ese éxodo sino que también se constituyen en talanquera para poder arrendar.
Resulta indispensable que las autoridades lean, entiendan y actúen frente a esta clase de decisiones que toman los cucuteños para sobrevivir porque significan a las claras que males como el desempleo, la informalidad, la desigualdad y la pobreza han envejecido mal y mutado hasta convertirse en lastres y pesadillas que están deteriorando cada vez más las condiciones de la ciudad.
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